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lunes, 9 de noviembre de 2009

Burgundy


El post anterior...


Vale, que ya no se qué decir. Estoy segura que si la persona de quien hablo llega a leerlo, no va a hacer más que enojarse, o estar decepcionada, o lo que sea... nada bueno.


La situación es que escribo para entenderme a mi misma. No es que me valgan madres, asiduos lectores, simplemente tengo problemas al escucharme y prefiero leerme. Ésta es mi terapia diaria, o semanal, o cada tres días... aquí vengo a vaciar todas las palabras que me presionan el pecho, todas las que me hacen un nudo en el estómago. No puedo censurarme.


Justo antes de que oscureciera me llego el mensaje con "Mejor ya no jugamos" y me temblaban las manos de rabia. ¿Es para tanto? Probablemente no, pero por alguna razón me remitió a las veces en las que me encontré en una situación similar: viendo cómo se tiraba de la torre justo cruzar la puerta.


Lo sé, en serio, debería ser "prueba superada" y anécdota del pasado, pero resulta que por esos tiempos tenía metida en el tuétano la costumbre de tragarme las palabras que se me trababan en la garganta y bajar la cabeza (todo sea por el "felices para siempre").


Cerré mi cajón con fuerza y la madera hizo un ruido poco agradable, que hizo salir a mi hermana del cuarto bastante contrariada.


- Pintame el pelo.


En la regadera, con el tinte escurriéndome por el cuerpo como si hubiera matado a alguien, sentí como los músculos del cuello se me iban relajando. Cuando terminé de desenredar mi cabello frente al espejo y vi los destellos como el vino contra la luz, una vez más me sentí fuerte. No bajé la cabeza... y tenía tantas cosas que decir.


Y lo escribí, por primera vez, y no me guardé nada. Lo escribí y no hablé del hoy, aunque así lo pareciera, por que al fin y al cabo "hoy" es un eufemismo. Hoy no existe. Hablé por todos los ayeres, por todas las veces que si quise un cuento de hadas, por todas las veces que no estuve ni cerca de tenerlo, por todas las veces que le faltó valor...


Y me sentí mejor de decirle "cobarde", aunque no lo haya sido, aunque las circunstancias la justifiquen... aunque no lo lea, o lo lea y nuevamente desaparezca, o me mande al carajo. Me sentí mejor por gritarle las palabras a nadie y a todos los que las leyeron. Por drenar finalmente las palabras que se me habían quedado trabadas.


Y respiré profundo.