También me gusta leer lo que piensan de lo que pienso. Comentarios, por favor!

viernes, 5 de octubre de 2012

911



Algo que me sucede muy seguido es acordarme de la cita exacta de algún libro, buscarla y leerla. Muchas veces me quedo leyendo un poco hacia adelante y hacia atrás, como quien recuerda la vida que no es suya.

Hace 10 minutos estaba parada sobre mi cama, alcanzando uno de mis libros favoritos. Una vez lo tuve en mis manos, me dejé caer sobre mis piernas y empecé a buscar, al tanteo, la página que quería. Leí un párrafo completo, luego algunas páginas hacia adelante, después algunas más... entonces, cerré el libro de golpe y lo tiré al lado mío, como si me quemara.

Me encontré sentada en medio de mi cama, con las manos cubriéndome media cara y los ojos lloviéndome sin piedad. Sentí la urgencia de desgarrarme la garganta en un berrinche sin fin, pero me contuve. No logré comprender mi patética situación hasta después de tratar, sin éxito, de calmarme por unos minutos.

Y entonces me pegó, fuerte, de la chingada:

Estoy sola.

Pausa. He estado sola antes. He estado sola por gusto. Amo estar sola. Me encanta llegar a mi casa y que no haya absolutamente nadie. No tener que hablar con nadie por horas, días... Me gusta no tener que dar explicaciones. Hacer lo que se me de la gana. Estar sola. Punto.

No fue eso lo que me pegó, si no otro tipo de soledad.

Todo el tiempo que estuve sola, siempre hubo alguien... a quien no tenía que darle explicaciones, ni avisar, ni pedir opinión de nada. Pero siempre había tenido la opción. De una u otra forma, existía la pequeña posibilidad de que, si me estaba llevando la chingada, fuera la hora que fuera, podía tronar los dedos sin sentirme incómoda.

Importante eso, el sentirse cómoda. Sé que al leer lo anterior, varios amigos míos querrán saltar ofendidos, ofreciéndose como voluntarios caritativos, pero no va por ahí. El problema no son mis amigos, soy yo y mi incapacidad de pedir ayuda, de pedir favores. Me incomoda a niveles poco racionales. Trato de no hacerlo, jamás, nunca, nunca.. a menos que no vea otra salida.

La razón es simple: odio sentirme en la situación vulnerable de que la pinchurrienta vez que yo diga "te necesito", exista en la lista de prioridades alguna otra cosa y me sienta ridícula y humillada por la negativa. O de que la razón de mi llamada "no sea para tanto". De sonar estúpida. De que las cosas que de verdad me quiebran sean reveladas sin más al público en general.

Ya está, ya lo dije. Esa es la fregada realidad.

Y ahora, justo eso es lo que no tengo. Un número al cual hablar en plan "911", que sea absoluto, que no me provoque incertidumbre. Incluso si jamás lo marco, o lo marco una vez al año, o cada media hora. No existe y eso me hizo sentir asquerosamente a la deriva.

Los números de rescate que hubieron, terminé por eliminarlos. No de mi vida, por lo menos no todos. Situaciones que se complican, relaciones que se desgastan, vidas que se alejan.  Todo se dificulta en el momento de exigir/ofrecer que sea recíproco para que mi confianza funcione. Y entonces resulta que ya no lo es y ya no funciona. O que el precio a pagar es demasiado alto. O que hay "reglas" que respetar. O que hay prioridades. O que ya no hay confianza, chingada madre. Y me quedo sola.

Y puedo sola, siempre he podido. Pero preferiría que no fuese así.

Ya se me secaron las lágrimas. La vida tiene sentido de nuevo y me estoy riendo de la estupidez que acabo de escribir.

Espero no necesitar un "911" pronto.

lunes, 1 de octubre de 2012

El amor de mi vida, ocho años después.



Parece que fue ayer, pero han pasado ocho años.

Estaba profundamente enamorada de alguien que yo pensaba, era el amor de mi vida. Pero a los quince años, ¿acaso no era el amor de mi vida? Nube fue la primera persona en el mundo de la que yo me enamoré, la primera en hacerme sentir que flotaba entre nubes rositas.

Era la segunda vez que nos veíamos desde aquel histórico 8 de Abril, en el cual empezó nuestra historia.

Estaba nerviosa. Muy nerviosa. Los recuerdos se me han ido borrando, sólo tengo en mente haber quedado con ella y con la amiga que teníamos en común en ir al cine. Otras amigas irían, recuerdo que fueron, pero no recuerdo quiénes eran. O cuántas. O cómo llegamos ahí.

Creo que el nombre "Nube" viene de ese recuerdo primigenio: iba vestida con  una blusa del azul que tiene el cielo cuando llueve de día y por alguna razón, el perfume que utilizaba en ese momento me ha recordado siempre al olor a lluvia.

Nos saludamos discretamente frente a las demás: nadie sabía. Parecíamos apacibles por fuera, pero por dentro teníamos el corazón como una locomotora. Entramos al cine y nos sentamos juntas, con todas esas amigas desconocidas a nuestro lado. Pero cuando se apagó la luz, todas desaparecieron.

Teníamos las manos apoyadas en el mismo descanso y estábamos sentadas tan juntas como podíamos, sin dejar de pasar desapercibidas. De vez en cuando, le rozaba la mano con la mía y nos reíamos en la obscuridad.

En la pantalla, un montón de hombres mitológicos y absurdamente sensuales luchaban con flechas y espadas, pero yo no tenía ojos más que para verla. A ella. Y cómo el pelo le caía sobre la cara. Y cómo se mordía el labio de nervios. Y cómo se golpeaba la pierna con los dedos de tantos, tantísimos nervios.

No recuerdo ni por qué, pero empecé a decirle algo tremendamente cursi en voz baja. Ella no me escuchaba y me hizo señas de que se lo dijera al oído. Me acerqué con la mano haciendo un cuenco frente a mi boca y en un arrebato de algo que nunca había sentido, en lugar de darle palabras, le di un beso chiquito junto a la oreja.

Se sacudió completita al lado de mi, pude sentirlo. Y volví a mi lugar como si nada hubiera pasado.

Era amor del bueno, de ese que huele rico y que te eriza la piel.

Dos horas completas de película no nos fueron suficientes para comernos a besos con los ojos, pero bastaron para dejarnos flotando con cara de idiotas.

A veces me pregunto si alguna vez en mi vida el amor va a fluirme por el cuerpo de la forma en que lo hacía hace ocho años.