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martes, 30 de junio de 2009

Medias Lunas en las Palmas de las Manos

Me amaneció al medio día, con los ojos hinchados y con pequeñas marcas en las palmas de las manos. Mi abuelito me puso inmediatamente un jugo de naranja y el desayuno enfrente. Solo me tomé el jugo.

Me habían dicho que era culera, inmadura, hija de la chingada, intolerante, puta, cabrona, irracional. Todo. Lo único que no me habían dicho es que era una mierda. Mi padre me lo soltó con una voz tersa, como quien habla del clima:

"Te lo digo como hombre, alguien como tu, que no ha hecho nada con su vida, no vale nada, siempre vas a ser la última opción. El único que se va a quedar contigo es un drogadicto o un fracasado."

Giré la cabeza hacia mi madre y me desvió la mirada: una vez más no contaba con su apoyo. Asentí. Asentí de nuevo cuando me lo repitió una vez más. Bajo la mesa apretaba los puños para que todos los gritos que sentía subir por mi garganta no se hicieran sonido, las uñas lastimaban las palmas de mis manos y el dolor que me producían hacía un poco más fácil controlarme.

Me disculpé educadamente en el momento que mi abuelito se sentó a la mesa, y me largué de ahí. Cinco minutos después, mi madre llamándome al celular. Lo ignoré las primeras dos veces, a la tercera contesté y le grité que me dejara en paz.

Siempre había sido consciente de que no era la favorita, de que probablemente no me quisieran tanto, de que mi familia y yo eramos como agua y aceite, de que mi estilo de vida y el suyo eran extremos opuestos, de que probablemente no les caía bien y lo único que nos mantenía relativamente cerca era que llevaba su sangre. Jamás me imaginé, sin embargo, que ante sus ojos mi valor fuera nulo.

Pasé por la central de autobuses, lo pensé dos veces: necesito dinero y mi hermana me necesita. Tendría que haber alguien recordándole que no es una mierda cuando pasara por algo como ésto. Suena el celular de nuevo, contesto violentamente: es mi padre. En cinco minutos quiere verme ahí, le contesto que había quedado de dormir con mis abuelos y me grita nuevamente. Pienso en mi abuelito, camino hacia donde están.

Mi padre está parado en medio del restaurant, cuando pongo un pie dentro me suelta a gritos que mientras viva en su techo, que mientras me de de comer.. voy a hacer lo que a EL se le de la gana. Por supuesto, aprovecha la ocasión para repetirme que soy una basura y utiliza de nuevo las palabras "drogadicto" y "fracasado" al hablar acerca de mi futuro.

Asiento. Asiento una vez más. Dejo caer los brazos a los lados al ver la cara de terror de mi hermana, pero mantengo apretados los puños y la mandíbula tensa. Cuando termina de gritar en medio de toda esa gente a la que no vi, respiro hondo una vez y le pregunto a dónde quiere que yo vaya, si a mi casa o si me permite irme a casa de mis abuelos. "Dile a tu mamá que te lleve".

Mientras camino hacia allá, mi madre me llama de nuevo, "preocupada" por dónde estoy. Le respondo a gritos y en no se que ataque de exigir respeto, me dice que "a ella no le voy a hablar así". Le grito de nuevo, que si no le gusta, entonces que no me llame.

Al llegar a casa de mis abuelos me encuentro con dos pares de ojitos emarcados en un gesto de preocupación, los abrazo y me disculpo justo en el tiempo que me queda antes de que las lágrimas se me desborden. Subo corriendo las escaleras y me encierro en el cuarto que algún día fue de mi madre. Pintado de rosa pálido, con sábanas rayadas y una enorme fotografía de ella colgada en la pared. "Mira que hay que tener un ego inmenso".

Me tiro boca arriba a llorar al teléfono. "Como quisiera estar en Puerto Pajaritos".

Mi abuelo sube por tercera vez y trata de convencerme de que baje ya, con un gesto notable de ansiedad. Tal vez por que tenía desde que era una niña que no me veía llorar. Un enorme vaso de leche y un pan con mermelada me esperan en la mesa. ¿Hambre? Nada, pero suficiente preocupación les di ya. Momentos después lo vomito en el baño, mientras la frase "quemar las naves" me aparece, acompañada de una imagen mía subiendo a un autobús lejos de aquí.

Acostada, viendo por la ventana, se me revuelven en la cabeza todas las palabras que sonaron del otro lado del teléfono, mientras lloraba. Todas. A mi regreso voy a tener que abrazar fuerte a esa niña que deja de serlo solo por mi, una y otra vez, aunque no le corresponda hacerlo, y a esa mamá que no es mía, que me escuchó llorar como si lo fuera, como si no me llevara tan solo unos años.

Mientras me tomo el jugo de naranja, le llamo a mi hermana. "No te preocupes chaparra, soy de acero, te quiero mucho, llego en un rato".

No me voy de mi casa.

Porque se me da la gana. Porque no soy una mierda. Porque no me voy a casar con un drogadicto. Porque mi hermana me lo pidió con sus ojotes llenos de miedo a que no volviera. Porque me hubiera gustado tener a alguien que me defendiera y me cuidara. Porque el día que yo me vaya, quiero podermela llevar conmigo. Por todo eso, no me voy.

Por lo menos, no por ahora.

lunes, 29 de junio de 2009

Just Tired


Se me juntó el lavado con el planchado, como diría un maestro al que odiaba en la preparatoria.


Resulta que me quedé casi dos meses más de lo acordado disfrutando la vida familiar en un pueblo en el que hasta los presos tienen más que hacer que yo, que la relación con mis padres (ambos) promete ser una mierda que crece con el pasar de los días, que tengo la piel pálida y los labios blancos debido a mi jodida enfermedad, que me siento su-ma-men-te sola tan lejos de "mi familia", la de allá, de Mérida, que parece que no encajo más en éste entorno por más que he tratado de llevar la fiesta en paz, que hace una semana se me alborotó la tendonitis (por pendeja, he de aceptar) y ¿por qué no? hoy amanecí con gripa.


Una, dos, tres.. cuatro pastillas al día. Cuatro. Después de samparme todo eso, para lo único que me queda espacio es para el postre.


Cada que me preguntan hace cuánto llegue, trato de controlar el volumen de mi voz y la expresión en mi cara para que la frase "más de quince días" suene como si no estuviera a diez minutos del suicidio. No lo he conseguido, toda la gente me responde "ya te quieres regresar, ¿verdad?. Me limito a sonreír y evitar la respuesta.


Hoy le avisé a mi mamá, después de mi primer estornudo, que me iba a Mérida. Ropa, cosas, despedidas, encargos, invitaciones de la fiesta.. whatever. Me quedó viendo aturdida y me dijo que no. Tan tan..


Le enumeré la lista de razones nuevamente, como si no hubiera escuchado el "no". Después le dije que me iba de ride con mis tíos, que van rumbo a no se dónde vergas de la Riviera Maya, que me quedaba en Mérida dos o tres días para hacer todo, y luego regresaba.


"Es necesario mamá"


Creo que comprendió que lo que en realidad había querido decir era "Es necesario mamá, si no voy a terminar regándolos con gasolina, prendiéndoles fuego y después colgándome del ventilador de la sala".


Solo queda esperar..


Buenas las tengan.

sábado, 27 de junio de 2009

A medias, pero estoy..


Goma: Supongo que la gente normal no suele alejarse así de la gente que quiere, no importa que tan asco sean..me gustaría ser normal y ser alguien que pudiera estar cerca de ti ahorita.

Mango: Si fueras normal no te quisiera tanto .. querría ? Como vergas se diga, entendiste.

Goma: Si tuvieras buena ortografía no me sacarías las lágrimas con una mala conjugación de un verbo.

viernes, 26 de junio de 2009

Y no leí Amor en tiempos de cólera..


¿Por qué?


Por que no quise. Primer párrafo, primera hoja, primer capítulo. Devorando con sed endemoniada página tras página sin encontrarle el sentido, perdiéndole el hilo, sintiéndolo trabajoso. Las páginas me raspaban. Me adelanté al final tan esperado, cosa que nunca hago, y ni leyendo el final me animé a darle por el principio.


Lo cerré.


Me olvidé de Fermina y Florentino, por completo.


No le veo el caso a desperdiciar una obra de arte como esa, múltiples veces premiada y recomendada por las personas a mi alrededor. Hoy no me toca. No es para mi.


Cada vez me convenzo más que las cosas, a su tiempo. No había sido por casualidad que había estado renuente a leerlo de una forma muy inconsciente y que ni la película vi. Hoy no me toca.


Hoy, puedo deducir, que necesito mujeres de ojos grandes y déstos más grandes, valientes, hijas de la chingada, puestas, inteligentes, cabronas y bien pinches enamoradas. Así como las de Mastretta. Así como las de Allende. Que diera yo por tener los déstos tan puestos como Catalina Ascencio, la rebelde, la apasionada.. no el intento mediocre que se atrevió a hacer la pendeja de Talancón.


En fin. Solicito recomendaciones de libros cuyas protagonistas sean unas hijas de la chingada, que me sirvan para vivir a través de ellas y sus andares, ya que mi existir en éste momento es monótono y jodidamente tedioso.


martes, 23 de junio de 2009

La posible historia de Matilde Ventura

Matilde Ventura tenía una trenza larga que le colgaba hasta media espalda, los ojos como dos almendras y la boca amplia, libre, con una lengua dentro que bien podía ser suave o afilada, según con quien estuviera hablando. La boca, sin embargo, era un lujo no necesario, por que los ojos siempre le fueron suficientes para decir las cosas que realmente le importaban.

Desde que cumplió doce años su madrina se había dedicado a enseñarle a comportarse como señorita, haciéndola caminar con libros en la cabeza, aprender de memoria el uso correcto de los cubiertos y enseñándola a cocinar, "por que a los hombres se les pesca por el estómago, hija".

Matilde pasaba toda la mañana en la cocina, disfrutando cada olor que hacían surgir sus manos. Le gustaban todos. El olor a plátanos fritos, a aguacate recién cortado, a ajo, a tomillo, a tomate verde. El olor de la mantequilla al derretirse, a queso fresco, a chocolate caliente, a pan horneándose. El olor a naranja agria y a pimienta, para marinar el pollo. El olor a azúcar morena al fuego. El olor a leche quemada.

Había aprendido bien el arte de ser señorita, sin embargo, ni con mucho esfuerzo su madrina había podido evitar que en los días de lluvia se quitara todos los trapos que le estorbaban y saliera corriendo al patio a que le cayera el agua encima, "para quitarse lo negro de los ojos, madrina".

...


Me disculpo por dejar a Matilde a la mitad. Matilde iba a tener una historia. Le iba a inventar un amor imposible y complicado, de esos que duran para siempre pero que siempre hacen falta alrededor. Se iba a llamar Antonio, se iba a apellidar Cuenca, en honor a Daniel Cuenca, que tanto me hizo llorar cuando leí Mal de Amores en aquella pubertad que ahora parece tan lejana.


Antonio Cuenca iba a aparecer un día en su cocina, con varios años más que ella, tirando sin querer un bote de aceite de oliva en la pulpa de mango con azúcar que había sobre la mesa. El la iba a amar desde el momento en que sus ojos de almendra lo destrozaran de pies a cabeza llenos de ira en un berrinche casi infantil y ella lo amaría desde el momento en que consiguiera callarle los reproches por echar a perder la mermelada de mango que estaba haciendo, con un beso en la boca, aunque después le volteara la cara de un golpe, indignada.


Iban a pasar varios años en un ir y venir, besándose siempre, deseándose siempre, teniéndose poco. Conociéndose bajo la lluvia, perteneciéndose, odiándose y reconciliándose también en ella. Solo el hubiera podido entender la magia de las gotas sobre la piel, solo el compartiría la necesidad de salir a "quitarse lo negro de los ojos", hasta muchos años después, cuando ya no la tuviera.

Iban a seguir pasando varios años. Cuenca amándola con locura, sin poder vivir sin tenerla a su lado, pero tampoco teniéndola, por miedo a quemar todo ese amor de una sola vez y quedarse con nada después de eso, ni con su música, por que Matilde era a quien le debía que de su piano salieran las notas que le daban de comer. Matilde viviendo por ratos, amando por ratos, cocinando por ratos, con la vida girándole en torno a Cuenca y a sus ires y venires de una ciudad a otra, haciendo escalas a veces y a veces no por la ciudad en que ella le esperaba en camisón.


Antonio Cuenca iba a desaparecer alguna noche, sin despedirse de Matilde, en un arrebato de culpa por estarle jugueteando la vida a esa pobre niña, que no había hecho si no amarlo desde que le echó a perder aquella mermelada de mango. Matilde iba a hacerse adulta un día de estos, caminando independiente en una época en la que las mujeres acostumbraban a ser dependientes. Su forma de cocinar la iba a hacer alguien distinguida y probablemente se iba a casar, como Dios manda, con algún buen hombre dedicado a un oficio sin mayor complicación, o con algún cabrón dedicado a la política.


No iba a tener hijos. Siempre había pensado que los hijos deberían ser fruto del amor, y ella a su marido no lo amaba. Por lo menos no tanto como se sabía capaz, y no quería que sus hijos fueran algo a medio hacer. Le gustaba saberse libre, a pesar de estar casada y cumplir con el requisito divino de pasar sus días en la cocina, servirle a su marido todo lo que había aprendido a hacer con su madrina, todo, menos mermelada de mango. Desde que Antonio Cuenca se había ido de ella, el simple olor le provocaba repulsión.


Un noche de mayo, varios años después, acompañaría a su marido a alguna cena de gala, a beneficencia de algún hospital. Probablemente su marido sería doctor. Llevaría encima un vestido color canela, los deseos de salir a mojarse al aguacero que había fuera del salón y una copa de vino, cuando un mesero le indicaría que había alguien esperándola en el jardín. Ella aprovecharía la ocasión para respirar ese olor a tierra mojada que tanto le gustaba, y caminaría hasta la enorme puerta de cristal que daba justo al corredor que el mesero le señaló.

Saldría al corredor en penumbras, lejos de los enormes candiles, un poco cegada por la falta de luz y casi sin recordar que estaba afuera para encontrarse con quién sabe quién. Iba a caminar hasta la línea imaginaria entre su lluvia favorita y el techo bajo el que se encontraba, iba a estirar la mano para alcanzar las gotas y en ese momento, sentiría un aliento conocido sobre su hombro derecho, unas manos en su cintura y la voz que había estado guardando bajo su almohada.

- ¿Hace cuánto no te quitas lo negro de los ojos? - Preguntaría Antonio Cuenca, con la certeza de no haber sido olvidado.

Matilde no tendría necesidad de abrir la boca, pues desde siempre los ojos le habían sido suficientes para decir las cosas que realmente le importaban. Bajo la lluvia, se habría dejado llenar el cuerpo de Antonio Cuenca mientras le callaba los reproches de su ausencia con un beso.


Todo ésto iba a pasarle a Matilde, pero no le escribí su historia.

sábado, 20 de junio de 2009

Hay, mamá..


Mi hermana, su amiga y yo sentadas en la sala mientras madre, parada en frente, nos dice que recojamos el cuarto. Yo digo que no voy a acomodar nada por que todas mis cosas están en mi maleta, guardadas. Mi hermana resonga y le aviento un cojín en la cara. Mi madre me grita, ME GRITA. Le respondo, un poco molesta, que no hice nada como para que me gritara y ella me grita más fuerte. Se me nubla la vista por la ira y me levanto de la sala hacia mi cuarto, diciendo algunos decibeles más altos de lo normal, que no voy a discutir con ella.


Entro al cuarto y me tiro al suelo con la computadora en las piernas, pensando ingenuamente que la discusión había terminado. Diez segundos después, mi madre atraviesa la puerta violentamente y me grita más. Que está harta de mi actitud, que cuide lo que le digo por que, cómo no, es mi madre y la tengo que respetar, que estaba harta de mis jetas y de mi comportamiento. Que ella me había explicado por qué no me había mandado a Mérida éste mes, que no tenía por que pasármela con esa pinche actitud , que no era ningún pecado que yo no me fuera, que habían cosas que eran prioridad, que cada vez que venía era lo mismo, me comportaba igual, que me la pasaba encabronada y haciendo lo que se me daba la gana...


- Mamá, de lo de Mérida no te he dicho nada, pero NADA, lo acepté y no me quejé ni una sola vez.

-No es necesario que me digas nada con las cosas que haces.

- No he hecho nada esta vez..

- Te la pasas con una jeta y...

- Mamá, y que esperabas, ¿que me la pasara cantando después de lo que me dijiste? He hecho lo que has querido durante ésta semana, no habíamos peleado ni una sola vez, a pesar de haber tenido motivos, he trabajado sin paga.. ¿que es lo que quieres?

- ¡No me alces la voz!

- Tu empezaste.

- Si vas a seguir con esa actitud, deberías largarte a Mérida, aunque no estudies, yo no tengo por que soportarte. Contigo no se puede, no hay forma de tenerte feliz a menos que se haga tu voluntad.

- ¿Mi voluntad? Que se te ocurra algo mejor que reprocharme, mi voluntad solo se hace por las malas, la prueba es que estoy aquí en lugar de camino a Mérida, todo por llevar la fiesta en paz. ¡Coño...!


La última palabra hizo que se repitiera el monólogo inicial, bastante más violento, mientras trataba de abrirme paso y decir algo en mi defensa en medio de la lluvia de agresiones, con ella callándome cada que lo intentaba. Respiré hondo y varios decibeles más abajo de mi última intervención le pregunté:


- Mamá, ¿me dejas decir algo?

- No.

- ¿Entonces no puedo decir nada?

- No.

- Vale.. de acuerdo.


Frases gritadas acompañadas de una mirada furiosa, recordándome, como si pudiera safarme de ese hecho, que es mi madre. Que mientras viva en su techo, ella manda, que no se me olvide, y que de ahora en adelante, me calle la boca.


De acuerdo.


Mi nana aparece apenas mi madre sale de la casa.


- No tenía por que gritarte así.

- No.

- No hiciste nada..

- No.

- ¿Quieres que te ayude a deshacer tu maleta?

- No, déjala así.

- ¿Te vas a ir?

- ¿Cómo?

- A Mérida, ella te dijo.

- Ah, no.. no se, probablemente lo dijo nada más para disfrutar el negarme la opción si se lo llego a plantear. Aun así, no voy a sacar nada de la maleta.

- ¿Por qué?

- Por que quiero que se de cuenta que yo ya no vio aquí.


Mi nana se limpia los ojos y yo también. Me mira un rato, como tratando de no decirme algo, y luego la oigo caminar a la cocina.

viernes, 19 de junio de 2009

Lágrimas Libres


Iba sentada en el asiento de atrás, aparentando ver por la ventana, mientras mi madre me decía como si me dijera cualquier cosa que no regresaba a Mérida hasta Agosto. Ya lo veía venir, desde hacía dos días que comenzó a darle largas a las decisiones inmediatas que involucraban mi partida, pero por alguna razón pendeja, me guardé un trocito de esperanza detrás de la oreja.


Frustración, eso sentí. Impotencia, desilusión, desesperación. Como hacía mucho no me pasaba, me fue imposible controlar mis lágrimas. Ni un sollozo, ni una mueca, ni un quejido. Solo lágrimas, que aparecían una tras otra justo a tiempo para atravezar mi cara, antes de que hubiera podido secarme la mano con la que había intersectado la última.


Mi hermana se subió al carro minutos después, leyendo en mis ojos tan indiscretos, que algo iba mal. Me miró y me dedicó en medio segundo un gesto imperceptible, preguntándome qué pasaba. Con otro gesto menos sutil y más violento, le respondí que me dejara en paz, dejándole ver que no iba a haber un "más tarde" en el que se lo explicara.


Apenas el carro dejó de moverse, comencé a moverme yo para salir de él. Estaba ya dentro de la casa, cuando habían comenzado a bajar del carro, así que no tuve que preocuparme por mantener las lágrimas entre mis pestañas. Caminé hacia mi cuarto -que no me pertenece- pasando de largo la mesa puesta y el olor a comida. Me subí a la cama y después de sacarme la ropa en dos jalones y ponerme una pijama en otros dos, hundí la cara en la almohada.


Ni un sollozo, ni una mueca, ni un quejido. Solo lágrimas, las mismas de hace rato, pero libres. Contuve la respiración dos segundos, tres, cuatro, después me aclaré la garganta y me disculpé desde lejos, por no participar en el ritual diario de la comida en familia, alegando cansancio y dolor de cabeza. Creíble, dado que los otros tres con quienes comparto mi apellido son bien consientes del insomnio que llevo puesto en la cara al trabajo, todos los días, antes de las siete.


Frustración, eso sentí. Impotencia, desilusión, desesperación. Venía a mi pueblo por 10 días, 240 horas, solamente. Regresaría a mi vida al terminar la semana y dedicaría un mes completo a estudiar y trabajar, acomodándo mi tiempo libre entre el proyecto de fotografía que le prometí a Palm, los cafés que les debo a mis amigas y las respuestas que me debo a mi misma.


Hoy me encuentro con dos meses vacíos y torturosos por delante, con ropa insuficiente en una maleta armada con un pronóstico diferente, con una lista de cosas que debería terminar la siguiente semana y no lo voy a hacer, con mi casa hecha un desmadre por el torbellino que armé antes de viajar, faltándome pláticas prometidas, reencuentros esperados.. se suponía que contaba con el tiempo a mi regreso, muchas cosas quedaron a medias.


Hoy me encuentro, por ejemplo, con que por primera vez en tres años no voy a ver el centro de mi Mérida vestido de arcoiris, ni voy a emocionarme tomando fotos, ni mirando a la gente, ni sintiéndome parte de algo. Con que me quedé con las palabras precisas entre los dientes, con las que me disculparía por haberme dado a la fuga en vez de hablar derecho. Con que no voy a poder limpiar con una taza café y dos paquetes de carcajadas todos los "te extraños" que se me vinieron de golpe después de un año. Con que no voy a abrazar a mi amiga, hoy que las paredes de su cuarto le machucan los brazos al caerse.. aunque le prometí estar ahí, aunque ella me prometió veinte sabores de helado.


Me tiemblan los puños, estoy furiosa. Mi hermana entra al cuarto, se que está detrás de mi, queriendo que le explique todo.


-¿Que te hizo mamá ésta vez?


Quererte más a ti, preferirte. Dejar a un lado mi plan, mi petición, mi necesidad.. y dejarlo a un lado solo por ti. Por que el dinero no alcanza para lo mío y lo tuyo al mismo tiempo. Por que hay una lista inmensa de superficialidades que hay que cumplir antes de que te lleguen las XV primaveras, lista que resulta incosteable a menos que tome el futuro inmediato, con el que contaba, y lo tire hacia atrás por encima de su hombro.


Pero tu nada tienes que ver con eso y no mereces sentirte culpable de que llore así, ni mereces estar menos sonriente cuando, en unos meses, te veas frente al espejo de la sala entre telas esponjosas color lavanda.


Te quiero mucho, por eso en lugar de contestarte, me limito a gruñirte algo que se que te quitará las ganas de preguntar nada más.


Ni un sollozo, ni una mueca, ni un quejido. Solo lágrimas libres.

...

Lo que siguió fue una pelea de animales desesperados, en la que se insultaron y mordieron, mientras se prometían olvido, distancia y odio eterno.

-Muérete -dijo Emilia librándose de la trabazón y los empujones a que habían llegado. Tenía un rasguño en la frente, encendidas las mejillas, abiertos los botones de la blusa.

-Sin ti -contestó Daniel deteniéndose a mirarla por primera vez desde que se inició la pelea.

Mal de Amores
Ángeles Mastretta

jueves, 18 de junio de 2009

No era Romeo, pero era Julio.


Tenía el pelo negro, la boca bastante besable y unos ojotes cafés que te miraban juguetones siempre. Algunos años mayor que yo, como seis, pero en aquel entonces, en mi pubertad, parecían décadas.


Además de la diferencia de edades, había una bien grande entre mi cabeza y la de el, tanto externa como internamente. No teníamos nada en común, yo tenía puestísimos los calzones de niña casta y era más bien penosa y antisocial (incluso más que ahora). El, extrovertido y.. bastante zorro.


Todo empezó una noche, mientras acompañaba a mi madre en el negocio familiar. El calor y el aburrimiento me estaban matando lentamente, así que me fui al segundo piso como era costumbre y me senté frente a la ventana a leer por décima vez el mismo libro de siempre, con los audifonos puestos. Una bolita de papel aterrizó en la mesa y me hizo voltear hacia la calle. Sentado en las escaleras de la tienda de al lado había un individuo moviendo los labios en una frase incomprensible.


-¿Qué?

-¿Qué lees?

- ...


Me lo quedé viendo un rato, analizando la situación im-po-si-ble en la que un tipo como él se interesara en lo que una mocosa puberta como yo pudiera estar leyendo. Sonrió, seguramente notando el espacio vacío que había en mi cabeza en ese momento y me repitió la pregunta.


- Mal de Amores, de Mastretta.

- Ah..

- ...

- ¿Cómo te llamas? Yo soy Julio..

- Se quien eres.


Me quedé hablando con el, al principio monosílabas, después un poco más suelta. Algunas noches llegaba, otras muchas no, así fueron noches esporádicas como por dos meses: yo sentada frente a la ventana y el en las escaleras de abajo.


La pequeña acción de bajar las escaleras o que el las subiera siempre fue lejana. Yo sabía que mi madre era lo suficientemente inflexible para permitir que yo me acercara al "lobo feroz", aun si en un mundo paralelo, me permitiera explicarle que en los dos meses que llevaba de conocerlo, ni una sola vez había insinuado poder verme como otra cosa que una puberta con libros en las manos, más cercana a "la hermanita de un amigo" que a cualquiera de las preparatorianas copa C que andaban tras de el.


Jamás me lo encontré "de cerca" en la calle, de hecho, lo evitaba. Alguna vez lo vi a lo lejos y me saludó estirando el brazo desde el otro lado de la calle. Yo.. me puse tan roja como mi palidez me lo permitió y solté una sonrisita estúpida, mientras movía la mano ligeramente.


Una noche, poco antes de que las clases terminaran y el regresara a Veracruz con su mamá, me dio la impresión de parecer cauteloso y hablaba más bajo que de costumbre. Me preguntó acerca de mi mamá y le dio la vuelta a la conversación. Nunca supe por qué hasta hace como un mes.


Mi mamá abrió la boca y me soltó un cuento que me dio ganas de vaciarle mi gas pimienta en la cara:


Julio llegó a mi casa en algún momento, antes de esa noche. Se encontró con que yo no estaba, solo mi mamá. Se presentó y le preguntó por mi. Después, le pidió permiso (LE PIDIÓ PERMISO!) para que yo fuera con el a no se dónde. Mi mamá se limitó a decirle que no, que yo era una niña. Julio se fue. "No iba yo a dejar que salieras con ese muchacho, con lo terrible que era! Y tu eras una chiquita.." Obviamente, la noche siguiente, parecía cauteloso y hablaba más bajo que de costumbre.


No lo vi antes de que se fuera a Veracrúz. Algo pasó y supongo que no estuve la noche que el me esperó bajo la ventana, y las siguientes noches que yo si estuve, el ya no. No lo volví a ver.. no sabía dónde vivía, ni quién era su papá. Jamás intercambiamos teléfonos. Durante demasiados días me dio vergüenza acercarme con sus amigos y preguntar por el, ellos eran los clásicos "grandes" que jugaban a ser rebeldes sin causa. Demasiado para una rata de biblioteca como yo. Después se me olvidó y después, ya había pasado mucho tiempo.


Si tan solo hubiera tenido la pinche oportunidad, si mi mamá me hubiera informado siquiera que lo había rechazado por mi..


Mierda..


Solo me queda la satisfacción de saber que a mi madre se le debe de retorcer el hígado por haber ahuyentado a uno de los poquísimos (casi inexistentes) Romeos que han pasado cerca de mi. Sobre todo hoy, cuando lo único que queda de eso es el recuerdo borroso de la sospecha de Tavo.


Karma, my darling.


miércoles, 17 de junio de 2009

¿Te la comerías?

¡Por Dios Bendito! ¿Pero es que es legal vender en un establecimiento abierto al público en general, algo tan sexoso y vulgar como una paleta en forma de...?




Ah, vaya.. de pie.


Todo bien.
Buenas las tengan.

martes, 16 de junio de 2009

¿Justificarme la locura?


- Pensé que no eras de las que se enamoraban..


Me incorporé al mismo tiempo que me llevaba una mano al cuello, por el susto, y trataba de safarme de las manos tan blancas que apretaban mis hombros. Cuando logré respirar de nuevo, dejé caer con discreción dentro de mi mochila, el enorme libro de pasta negra que dejaba en evidencia mi debilidad por los Romeos y las Julietas contemporáneos. Demasiado tarde, ya lo había visto.


-Te odio.

-¿Por qué?

-Por asustarme.. me cagas.

-Que te desconectes del entorno cuando empiezas a leer, no es mi problema.

-Me cagas..

-No te cago, haste un lado para que me siente contigo.

-Sientate en otro lado.

-No, me voy a sentar contigo.

-No quiero.

-No me importa.


Giro la cabeza en la dirección contraria, con la expresión de "te estoy ignorando" en la cara, mientras me empuja un poco al acomodarse en el lugarcito libre del sillón de cuero que hay entre mi mochila y yo. Tomo un trago de café aun sin voltear y hago mi molestia audible con mis dedos contra la mesa. Se que me está viendo, y puedo apostar que tiene esa pinche sonrisa burlona dirigida exclusivamente hacia mi.


-Pensé que no eras de las que se enamoraban.

-¿De qué chingados hablas?


No me contesta. Maldita psicología inversa. Finalmente volteo y me encuentro, en efecto, con la pinche sonrisa burlona. Sin decir nada, mete la mano a mi mochila -¿cómo se atreve?- y saca el libro, a pesar de mis torpes esfuerzos en vano para evitarlo.


-De ésto hablo, de ésto y de lo que escribes.

-Dámelo.

-Cuando te conocí, ésto no hubiera estado entre tus pertenencias.

-¿Qué te importa?

-Y ahora, ¿quién te viera leyendo historias de amor adolescente?

-Cállate.

-Que heterosexual te volviste. Que convencional. Lo único que te queda fuera de regla es el color del pelo.

-Tal vez quiera ser convencional.

-No quieres.

-Tal vez si, ¿tu que sabes?

-No quieres. Necesitas, que es bien diferente.

-¿Qué?

-No te hagas, se te ve en los ojos la necesidad de dejarte de andar por las ramas.

-No te entiendo.

-Que te hartaste evadir lo que inevitablemente se te viene encima. Destilas la necesidad de quién sabe quién, que te ande pensando siempre, y procurando siempre, y amándote irracionalmente. Eso es lo que te encanta, solo así tienes como justificarte la locura.

-Imbécil.

-Sabes que es verdad.


Me quedo estática cinco segundos. Es verdad, claro, pero ¿a quién le gusta que lo desarmen de esa manera? Le arrebato el libro de las manos, lo tiro en mi mochila y me levanto del sillón con los puños apretados.


-Vete al carajo.

lunes, 15 de junio de 2009

Tan solo 36 horas después de mi llegada.


Justo ayer por la noche, en medio de el escándalo de la lluvia -bendita lluvia de mi pueblo- las ideas comenzaron a surgir una tras otra, sin parar. Intervenciones de todo tipo. Me lo esperaba de mi madre, que no hace más que verme con una computadora después de las 12 de la noche y se le reproduce en la mente el evento traumático de mis 15 años, cuando me pasaba las horas hablando con Nube mientras ella sospechaba.

Me lo esperaba de ella, pero no de mi hermana. "Voy a escribir", y después de decírselo se limitó a soltar cuarenta peticiones y reclamos seguidos sin importancia. La odié. Somos un equipo.. se supone. Cerré de golpe la lap, azoté la almohada que tenía en las piernas y me fui del cuarto dando un portazo. En el comedor mi madre se encargó de todo minutos después: cuarenta peticiones y comentarios más. Después de los primeros treinta y nueve, me limitaba a contestar, respirar hondo y reiniciar "Como querer"por enésima vez, solo para que después de los primeros acordes viniera a molestar de nuevo.

Estaba furiosa. Apagué la máquina y me paré ruidosamente sin contestar la petición número cuarenta. "Estaba intentando escribir..carajos". Cuestionario de cinco preguntas seguidas acerca de lo que escribía y una disculpa sin intención que ignoré por completo con un "Buenas noches.. mañana termino".

Las lágrimas se me escurrían alrededor de la cara mientras hacía mi berrinche acostada en mi cama. Palm me ofreció cuarenta películas y veinte sabores de helado para que yo fuera feliz, pero, ¿por qué no?, mi mensaje de respuesta jamás pudo salir.

A las tres de la mañana los ojos se me abrieron de golpe. El sudor hacía que se me pegara el pelo a la cara y al cuello. Insoportable. Me senté para que la espalda me dejara de arder y, ya más despierta, me hice consiente de tener la garganta seca.

Traté de recordar todo lo que tenía que escribir y se había ido. Todo.

Conclusión: El post se fue a la mierda debido a que a mi familia, aparentemente, le vale verga el hecho de que yo escriba.

¿Tan estúpida ven la idea? He visto a padres apoyar la afición de los hijos al futbol, aunque la afición no los lleve más allá del sillón de su casa gritando como demente y comprarse la camiseta original del América, he visto madres gastar bastante dinero en mallas de ballet aunque las hijas tengan la gracia de un elefante ebrio.

Yo no pido camisetas originales, ni pinturas de óleo, ni instrumentos caros..lo único que necesitaba era lluvia y silencio.


¿No puedo tener solo un poquitito de consideración?

viernes, 12 de junio de 2009

High & Dry

El cielo parecía atardecer al salir de mi casa, sin embargo el proceso iba a la inversa.. cada vez más sol y menos azul.



El chofer saca una cajita de la bolsa de su camisa y hace ademán de ofrecerme, aun sin hablar. Lo rechazo amablemente: los chicles de menta, definitivamente, no son lo mío. Mis favoritos son los de canela, luego los de hierbabuena y de último, probablemente los de plátano. Hace poco probé uno de "napolitano" -disgusting-.



Reclino el asiento hacia atrás y estiro la mano para acariciar a mi gatita, que viene adormitada en su jaula. Me maulla quedito y cierra los ojos. Bajo por completo el cristal de mi ventana y siento el aire casi frío pegando contra mi cara, retorciendo mis pestañas y alborotando los mechones de pelo que quedaron fuera de la liga.



Es relajante. Mucho. La conciencia se me iba por ratos -de acuerdo a mi hábito de dormir al amanecer, debería estarlo justo ahora-. Cerré los ojos y me dejé ir, fantaseando con tonterías llenas de bombones rosas, labios besables y roces de piel, siempre, siempre sin saber la ausente identidad.. pero acostumbrada al calor familiar de aquella mañana.



Los sentidos me fueron regresando poco a poco. Comencé a escuchar a lo lejos una voz conocida: "is the best thing that you ever had, the best thing that you ever, ever had.." mezclado con el ruido sordo del aire contra mis oídos. A sentir de nuevo el viento contra mi cara y el movimiento irregular de mi pelo haciendo ondas. Gradualmente volví a ser consiente de mis manos, de mi pecho, de mis piernas.. aun sin capacidad de mover un solo músculo.



Prolongué ese estado de conciencia a medias durante un largo rato, no se cuánto. Cuando, por fin, volví a abrir los ojos el amanecer había quedado muy lejano. El sol me pegaba en la cara con fuerza y mi piel estaba caliente. Moví lentamente las manos, estiré las piernas.. la sensación de entumecimiento por no haberte movido en mucho tiempo fue fácil de reconocer.

Unas horas más tarde, el chofer bajaba mi maleta de la cajuela: finalmente estaba en casa de mis papás. El garage estaba vacío.. era de esperarse. Vi a la única persona que me esperaba en la casa caminar con prisa hacia donde estaba yo, con los brazos abiertos y una enorme sonrisa en la boca: mi nana. La única que siempre me quiere aquí. La pongo al día de la última vez que me perdí en el alcohol y de mi soltería.

Mi hermana llegó de la escuela minutos después y la escuché gritar desde el otro lado del patio cuando vio la camioneta estacionada. Nos alcanzamos en la sala y nos caímos al suelo fingiendo un abrazo dramático. Me dio un beso tronado en el cachete y yo le di uno a ella, luego se lo mordí.

-Mamá está en una reunión, papá está de viaje.

Bienvenida a una casa de cuerdos, donde una loca no cuadra.

miércoles, 10 de junio de 2009

240 horas

[Post de ayer por la tarde que nunca pudo cumplir su cometido por una pésima conexión]

El sudor se me escurre por el cuello, por la frente, por la mandíbula.. todo por no tener suficiente plata como para mantener el aire acondicionado de la camioneta mientras estoy estacionada frente a Burguer King y por tener demasiada dignidad para entrar y chingarles el internet con el pretexto irremediable de un helado sabor aceite vegetal de $5

Con los horarios invertidos se me hace más fácil el "no estar". Leo por las noches los mismos libros de siempre y duermo cuando amanece, con una almohada en la cabeza. Hoy después de mucha insistencia, accedí al contacto humano. Una de mis mejores amigas de la universidad, que al mismo tiempo, es zona "neutral". Me despabilo y me voy a mi casa con 4 cucharadas soperas de carcajadas.

Solo resta lo que queda del día de hoy y las 24 horas de mañana para desaparecerme por 10 días, encerrada en mi pueblo. 240 horas viviendo en una casa de cuerdos, donde una loca no cuadra.

Me servirán para desear "mi vida" de regreso desesperadamente.

Para que cuando vuelva, la añoranza loca de "tener a alguien en mis mañanas" que me ha venido amargando brevemente los primeros minutos del día, me haya dejado por fin en paz, para que las palabras que traigo aun debajo de la lengua ya no me rechinen en los oídos y para que el solo hecho de estar nuevamente "en casa", lejos de aquel contexto al que ya no pertenezco, sea suficiente para sentirme satisfecha.

El sol me pega en la cara, a través del parabrisas, el calor me está sofocando.

Ya basta! No le pegué al Niño Dios para seguir escribiendo en éstas condiciones deplorables.

Buenas las tengan.

martes, 9 de junio de 2009

Desaparición


Estoy sentada en pijama, en Burguer King, desayunando/comiendo/cenando una hamburguesa bastante mala y viendo en la televisión como un puñado de pubertos argentinos de pelo planchado destruyen "We wil rock you" sin rastro de culpabilidad, entre coreografías malas y voces mediocres.


Aún así, estoy emocionada por estar fuera de mi casa. Las luces de arriba de mi mesa reemplazan la penumbra en la que me la he pasado todo el día, con las puertas y las cortinas cerradas. Para fortuna o desgracia, el internet de mi casa murió, manteniéndome lo suficientemente fuera del radar.


No muy convencida de mi capacidad para tolerar contacto humano el día de hoy, me remito a leer por enésima vez los mismos libros que, son últimamente los únicos en los que puedo despistar a mi fuero interior y vivir por momentos en un lugar muy lejos de aquí, lleno de frío y lluvia (hoy no llovió, aunque lo necesitaba).


Solo así pude pasar el día completo casi sin pensar en la madrugada de ayer, cuando en un momento de lucidez pude deducir, al fin, lo que me había tenido molesta toda la tarde.


"Ego, comadre..?"


No se si ego o que chingados. Celos, absolutamente no. Decepción es lo más cercano. Ayer se manifestaba con espasmos en el estómago y encabronamiento. Hoy me sabe diferente. La sensación es menos agresiva, pero no menos intensa. Hoy se limita a mantenerme la mirada baja. Sin embargo, estoy cien por ciento segura que todavía guardo debajo de la lengua las mil y un cosas que no dije ayer. Es solo por eso que me he esmerado en "no estar".


Estoy siendo racional y me sorprendo.


Por supuesto, solo logré canalizar mis reacciones vicerales y mis palabras en otra dirección, no hacerlas desaparecer. Dos víctimas, de las cuales una me conoce demasiado como para tomarse en serio mi neurosis y la otra, bueno, me tomaré el tiempo para disculparme (esperando que no las acepte, por su salud mental).


Alcanzo con una mano el vaso de cartón con el popote rayado y doy el último sorbo, haciendo ruido. Ya no hay nada en mi bandeja, tampoco.


Soy la única persona, además del personal, que me ve impaciente.


Hora de volver a mi encierro..


Buenas las tengan.


¿Quién dice que no duelen las huellas en la arena...?

Éste post caduca mañana a medio día, que me despierte.. pero ahora a las tres de la mañana, tiene todo el sentido del mundo.

Hace dos días estaba tirada en la arena, a la sombre de una palmera. El i-Pod de uno de mis amigos en aleatorio, y en eso: Caraluna-Bacilos. Mientras todos cantábamos el coro, una de mis amigas se avienta el comentario de la tarde:

-Esa canción se la escribió a su novia, que se murió ahogada en el mar.
-Naaaahhhh...
-Bueno, no se.. eso dicen..
-¿Neta?
-Escuchala de nuevo.



¿quién dice que no duelen
las huellas en la arena?
Tu huella el mar se la llevó
pero la luna sigue ahí,
pero esa luna es mi condena..

Cuando terminó la primera estrofa, todos nos volteamos a ver con la cara descuadrada y cambiamos la canción, pero en mi cabeza, y puedo casi asegurar que en la de los demás, lo único que sonaba era Caraluna, analizándola palabra por palabra. (.. mientras siga escuchando tu voz entre las olas y entre la espuma..).

Hace rato se me antojó un cigarro (?!?!), busqué por toda la casa esperando que alguno de los fumadores regulares que estuvieron recientemente, hubiera olvidado una cajetilla.. pero por supuesto, eso no pasó.

Manejé hasta el OXXO (por un cigarro?!?!),venía de regreso, sintiéndome estúpida por haber gastado más de $20 en una cajetilla completa, cuando se que no voy a pasar del segundo... Decido cambiar el CD por la programación nocturna de noventa y algo punto madres efe eme.

Sonidito de guitarra conocido. Me toma dos segundos darme cuenta antes de.. "¿quién dice que no duelen, las huellas en la arena?". No le cambio de estación, me quedo escuchando mientras las lágrimas se me vienen todititas a los ojos y se me escapan entre las pestañas.

Segundo rush hormonal en el día.. aún tengo que disculparme por el primero.

I do Suck..

lunes, 8 de junio de 2009

Al margen..


Lo soñé justo a tiempo para escucharlo casi al despertar. "Hasta que ya era demasiado tarde y estabas poniéndote precio.. y poniéndole mi nombre a un coctel para hacerme sentir menos mal al dejarte hacer todo eso".


No hubiera podido ser de otra manera, lo supe desde que entraste, intenté decírtelo, pero sonaba demasiado apetecible para que me escucharas y lo dejaras ir. No te culpo.


Y entonces hice lo que nunca hago: mantenerme al margen, aunque me lo pusieras difícil. Gracias al cielo fuera de mi sueño la distancia entre tu y yo siempre ha sido problema, porque no hubiera sido capaz de quedarme a verlo como lo hice mientras hacías cocteles color rosa con mi nombre, sonriendo desde el otro lado del bar, mientras soñaba contigo.


No puedo decir "te lo dije", porque no hice lo suficiente para evitarlo. "Por tu bien", suena estúpido que el mantenerme al margen en lugar de meter mis manos entre el fuego y las tuyas haya sido por tu bien.


Y ahora estás escribiendo justo lo que temía, y yo leyéndolo, consiente de todo lo que estás pasando por alto. Y sigo haciendo lo que nunca hago: mantenerme al margen.. aunque mi reacción primigenia sea la de siempre.


A veces, en serio, me caga soñar tan nítido.


domingo, 7 de junio de 2009

Paleta de Guanábana


Hace algunos ayeres, alguien bien interesante dijo algo parecido a ésto:


"¿Por qué no te quedas quieto? Tu quieres ir de un lugar a otro

y no te das cuenta que a nosotros nos basta con estar aquí contigo,

disfrutando ésto, platicando tranquilos.. Tu eres nuestro "todo"

ahora mismo, ¿por qué nosotros no podemos ser el tuyo?"


En ese momento me sacó una sonrisa, por que a pesar de sonar notablemente melódico en un acento italiano y usar una gama de palabras bastante más educada, era justo lo que venía pasando por mi cabeza y que había estado evitando dejar salir.


Pasaron los meses y las palabras se me olvidaron.


Hasta hoy, que entre el aburrimiento y el calor de media tarde, no supe hacer más que desear con desesperación una paleta de guanábana.. una cosa llevó a la otra y me encontré recordando las palabras del personaje de acento italiano.


Muy sabio de su parte, atreverse a decirlas.


Ahora que hago un recuento, es increíble el número de veces que los grandes momentos se me han ido entre las manos por no dejarlas salir de mi cabeza, aunque no sonaran tan melódicas y educadas saliendo de mi boca.

sábado, 6 de junio de 2009

Al servicio de la comunidad...


¿Cuándo es la marcha aquí, en Mérida?
Ya van más de dos que me lo preguntan y yo nomás no se que responder. ¿Alguien sabe? ¿Alguien? Ya se va acercando la fecha.. ¿no?

miércoles, 3 de junio de 2009

¿Qué hacemos ahora?


Hace algunos ayeres (no tantos, a decir verdad) me encontraba yo en un estado de ebriedad difícil de superar sin llegar a la inconsciencia. Resumen: Fondos intercalados de vodka-uva y tequila-naranja en una barra libre en Pride. Muchos. Muchos.


En algún momento de la noche, me bajé de la pista bastante mareada y regresé a la mesa, donde minutos después se sentó al lado mío una pelirroja (que no era "La Pelirroja", era otra..) con la que estaba saliendo y no saliendo desde hacía "bastante", considerando mis costumbres nómadas de antes de Mango.


La cabeza se me iba a caer en cualquier momento, era sumamente difícil enfocar y sentía como me desparramaba lentamente en la silla. Acomodé mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro, me agarré de la silla e intenté respirar pausado, como si eso realmente fuera a hacer algún efecto cercano a la sobriedad con todo y los litros y litros de alcohol dentro de mi cuerpo.


No supe ni cuando, ya nos estábamos besando. Y nos estuvimos besando, según me reportó la gente sobria alrededor, por un lapso considerable. La mujer besaba bien, para que mentir.. pero la verdad cuando tuve que despegarme para respirar, me sacó la onda el hecho de andarme embarrando en público y pedí un inmediato traslado a mi casa.


El traslado incluyó un make-out leve en algún punto del periférico y uno bastante menos leve estacionadas frente a mi casa. En esas andábamos cuando la "temperatura" comenzó a subir drásticamente y, fuera de todo pronóstico, mi nivel de sobriedad también.


- ¿Qué hacemos ahora? - Me preguntó, mientras enfatizaba sus negras intenciones con su lengua en mi cuello.


Casi pude oír el foco encendiéndose dentro de mi cabeza.


-Dormir



Y le regalé la mejor de mis sonrisas antes de bajarme del carro y entrar a mi casa.