Había pasado tanto sin que nadie me hiciera recordar tanto, que había olvidado, sin querer, como era cuando se me caía la cobija.
Hace un rato, se me destaparon los pies y tuve frío. Justo ahora estoy luchando contra los pliegues de tela suave y acolchada para volver a taparlos. Me queda muy chica, lo sé, pero no tengo muchas más opciones que ésta (dormir sin cobija, por ejemplo, es una de ellas).
Casi logro terminar de tapar mis pies, pero no estoy segura si quiero hacerlo. Es una tontería: no hay nada más incómodo que pies fríos. Además se que si no los tapo, invariablemente me enfermo, cayendo en un espacio de tiempo tirada en una cama, entre kleenex, almohadas mojadas y ganas de no levantarme nunca más de ahí.
Pero es que el frío, de a poquito, sucede que es muy agradable. Casi llega a gustarme mucho la sensación de escalofríos que me hace sentir el tener mis deditos al descubierto. Mi piel, tan aletargada siempre, tan aburrida, tan inmóvil, le da por erizarse y mandar descarguitas de algo parecido a la electricidad directo a mi espalda.
¿Escalofríos? Cada vez que pienso en ellos, me acuerdo de alguna de las mañanas cercanas a mis 16, sentada en el fondo del salón de clases y con la cabeza en las nubes. Nunca sentí tantos escalofríos como aquella vez.
Mierda.. la cobija se volvió a correr. Mi pie derecho casi estaba dentro y ahora vuelve a estar congelado.
¿Qué pasaría si me quito la cobija del todo?
Nunca lo intenté. Desde que logré acomodarme bajo sus mínimas dimensiones, he tratado cada segundo de mantenerme ahí. Después de lograr que mis manos dejaran de temblar y que mis dientes dejaran de chocar compulsivamente unos contra otros, no he hecho más que tratar de mantenerme así.
Pero.. ¿y si me la quitara completamente? ¿me moriría?
You, Pancake (:
1 comentario:
Me?
You?
Vengo despertando y debo admitirlo, entendí despacito el "everything's gonna be alright" que me regalas en tu historia. Pero me gusta la historia. A mi me encanta sentir el frío de las sábanas contra mi piel, y las descargas de electricidad que recorren mi cuerpo son una especie de placer sin fin que me regala pases gratis a tiempos mejores. Me dan la esperanza de que allá, donde hay ámbar, hay quien tiene los mismos viajes en los mismos momentos.
Lo sé. Soy re-marica. Pero es como si fuera mi droga, es a lo único que he sido adicta en mi vida y rehabilitación es lo más horrible que hay en el universo. Es como si todos tus pedestales se cayeran, tus prioridades se vinieran abajo y en lo que creíste convertirte, no llega ya ni siquiera a llenar una sola, ni la más pequeñita, de las expectativas que tienes.
Incluso hoy, seis meses después, me siento a hablar de eso con alguien que lo vivió conmigo y, a pesar de que me muerda una chichi (auch! ), chilló. Bien duro.
Mil cosas me mueven, entre mi amargura y mi felicidad, llegan sensaciones que me hacen caer por la espiral.
Pero a la vez, me llena de ganas de escribirle al Mundito, porque el Mundito nació para eso. Para ser puente, entre dos mundos separados. Por que lo lee.
Entonces, mientras siga caminando, seguiré echándole ganas a todo.
Y Goma.... gracias :)
pd. me costó una weba, ponerte el comment bonito con formato. Así que sientete bieeeeen especial :P
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