Hoy me acordé de ti Lucía, y fue más difícil que enterarme de aquella muerte que nos relaciona.
Teóricamente debería ser al revéz, pero me punzó más el acordarme de ti, de tu voz rasposa, de tus ojotes y de esa amistad que nomás no era posible entre tu y yo.
La muerte aquella me la fueron dosificando, y para cuando llegó el momento de la última dosis, ya no era casi nada. Sin embargo tu no eres algo que se supere, como la muerte. Tu eres un recuerdo latente, vivo, tangible.
Te han visto caminar del brazo de un niño, te han visto con los ojos secos de tanto llorar, te han visto, tiempo después, valiente, fuerte, pero con el dolor atravezado aún entre tu voz rasposa y esa boca tan grande que, como un chorro, deja escapar la inteligencia de tu ser.
Todos te han visto, menos yo. Y es, sinceramente, por que no he querido. Por que estoy esquivando la probabilidad de que las pecas de tu pecho, las pecas de tus hombros, al contarlas, no sean suficientes para que tu voz no se quiebre cuando me escuches.
Y no se me olvida aquel día que me seguiste al baño, importándote madres la responsabilidad que tenías con los otros veinte, solo para escuchar como el mundo se me venía encima. Solo para apretarme bien fuerte entre tus brazos y tu olor a tabaco.
No me perdono el no poder confiar en tus pecas. No me perdono el ser tan cobarde.
2 comentarios:
todo al final tiene una razon de ser.
DL
Mmm, esta es un historia que supongo triste...tal vez no quisiste confiar , a veces es necesaria la rebelión.Es bueno saber que que existen LUCIAS en nuestras vidas que a veces pueden sujetarnos fuertes y ayudar a sobrellevar el dolor
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