Fue en algún momento a finales de Octubre. Las hojas de los almendros se estaban cayendo, lo recuerdo por que al caminar sentía el crujido seco bajo mis pies.. Había una feria: la calle principal estaba llena de puestos de comida, de vendimias con toldos de colores y de gente caminando sin respetar el perímetro de tolerancia.
Yo nunca te había visto, sin embargo, sabías más cosas de mi que cualquiera alrededor mío elegido al azar. Hablábamos diario, por horas, y en algún momento de la noche parecíamos amigos de toda la vida, a pesar de conocernos hace apenas pocos meses.
Me decías las cosas como no estaba acostumbrada a escucharlas: al chile. Puedo afirmar que fuiste la primera persona con la que pude desechar ese filtro que tenía entre la cabeza y la lengua, deshacerme de cualquier pose a la que estuviera acostumbrada para proteger esa anormalidad de ideas que me pertenecía a los trece años.
Contigo no tenía que encajar en ningún molde, no tenía que ser el prototipo de puberta de escuela pagada, no tenía que ser "niña". Hablábamos de igual a igual, sin pudor y sin vergüenza.
Ese día sentía el crujir seco de las hojas de los almendros bajo mis pies.
Te vi de espaldas, pero mi pubertad me impidió acercarme primero (de ese día a la fecha no he podido acercarme primero.. comienzo a sospechar que no fue la pubertad). Vivíamos aquella época en la cual nuestros dos años de diferencia parecían décadas y eso, sumado a los varios centímetros entre mi cabeza y la tuya, hacían crecer un abismo a la vista de todos.
Me viste y te acercaste, sentí esos 45 segundos de incomodidad en los que te acostumbras a vincular un nickname y letras verdes, a un cabrón con ojos grandes y voz grave. Pasados esos 45 segundos, tus palabras se volvieron letras verdes y caminabamos por la feria.
En algún momento nos alejamos de la gente, atacándonos con grandes cantidades de espuma en aerosol. Escribimos nuestros nombres en el pavimento y nos embarramos pelo y piel, terminando con el sudor y el sol, barnizados con una mezcla pegajosa. Por si no fuera suficiente la sensación de pegoste, tomaste un montón de florecitas blancas de un almendro y me lo tiraste en el pelo mientras caminábamos a tu casa.
Guitarras. Pelucas. Un oso de peluche y satín rojo. Los primeros acordes de "Te quiero" de Hombres G. Una foto de ti y de mi sentados a la orilla de tu cama, sonriendo. En algún momento me pediste que subiera por unas escaleras de caracol, y al llegar a un segundo piso lleno de juguetes y cosas, sacaste de algún lugar, un costalito de tela con dos puntas de cuarzo rosa: una para ti y una para mi. Sin embargo, por planes del destino, la que era tuya dejó de ser tuya esa misma tarde, muy a tu pesar.
Y te quedaste sin cuarzo.
En algún momento, caminamos muchos años. ¿Cuántos? Siete. Siete años que a la vez parecen nada y parecen infinito. Hoy no hablamos diario, ni siquiera una vez por semana. Hoy la coincidencia de tu existir con el mío en un diámetro razonable es sumamente distanciada. Hoy los kilómetros que nos separan son una mentada de madre.
Hoy te vi y platicamos como si esos muchos años no hubieran sido caminados. Me abrazaste como reponiendo los treinta y muchos meses que habían pasado desde la última vez que dejamos de caminar, para tomarnos un tiempo y ponernos al día. Casi sentí tu mano aventándome al pelo un montón de florecitas blancas de almendro.
Hoy ya te habías ido, pero te hice regresar. Supusiste que era algo importante.
Del fondo de mi bolsa salió una cajita verde de metal, en forma de gota y con espejos en la tapa. Me mirabas con ojos de gato curioso y apoyado del otro lado de la mesa, marcabas un ritmo con los dedos. Apreté el puño y estiré el brazo. Abriste la palma de tu mano debajo de la mía y entonces dejé caer aquella punta de cuarzo rosa, que en algún momento se convirtió en dos mitades.
Hoy tu te fuiste y yo me fui, pero tu tienes la otra mitad.
Yo nunca te había visto, sin embargo, sabías más cosas de mi que cualquiera alrededor mío elegido al azar. Hablábamos diario, por horas, y en algún momento de la noche parecíamos amigos de toda la vida, a pesar de conocernos hace apenas pocos meses.
Me decías las cosas como no estaba acostumbrada a escucharlas: al chile. Puedo afirmar que fuiste la primera persona con la que pude desechar ese filtro que tenía entre la cabeza y la lengua, deshacerme de cualquier pose a la que estuviera acostumbrada para proteger esa anormalidad de ideas que me pertenecía a los trece años.
Contigo no tenía que encajar en ningún molde, no tenía que ser el prototipo de puberta de escuela pagada, no tenía que ser "niña". Hablábamos de igual a igual, sin pudor y sin vergüenza.
Ese día sentía el crujir seco de las hojas de los almendros bajo mis pies.
Te vi de espaldas, pero mi pubertad me impidió acercarme primero (de ese día a la fecha no he podido acercarme primero.. comienzo a sospechar que no fue la pubertad). Vivíamos aquella época en la cual nuestros dos años de diferencia parecían décadas y eso, sumado a los varios centímetros entre mi cabeza y la tuya, hacían crecer un abismo a la vista de todos.
Me viste y te acercaste, sentí esos 45 segundos de incomodidad en los que te acostumbras a vincular un nickname y letras verdes, a un cabrón con ojos grandes y voz grave. Pasados esos 45 segundos, tus palabras se volvieron letras verdes y caminabamos por la feria.
En algún momento nos alejamos de la gente, atacándonos con grandes cantidades de espuma en aerosol. Escribimos nuestros nombres en el pavimento y nos embarramos pelo y piel, terminando con el sudor y el sol, barnizados con una mezcla pegajosa. Por si no fuera suficiente la sensación de pegoste, tomaste un montón de florecitas blancas de un almendro y me lo tiraste en el pelo mientras caminábamos a tu casa.
Guitarras. Pelucas. Un oso de peluche y satín rojo. Los primeros acordes de "Te quiero" de Hombres G. Una foto de ti y de mi sentados a la orilla de tu cama, sonriendo. En algún momento me pediste que subiera por unas escaleras de caracol, y al llegar a un segundo piso lleno de juguetes y cosas, sacaste de algún lugar, un costalito de tela con dos puntas de cuarzo rosa: una para ti y una para mi. Sin embargo, por planes del destino, la que era tuya dejó de ser tuya esa misma tarde, muy a tu pesar.
Y te quedaste sin cuarzo.
En algún momento, caminamos muchos años. ¿Cuántos? Siete. Siete años que a la vez parecen nada y parecen infinito. Hoy no hablamos diario, ni siquiera una vez por semana. Hoy la coincidencia de tu existir con el mío en un diámetro razonable es sumamente distanciada. Hoy los kilómetros que nos separan son una mentada de madre.
Hoy te vi y platicamos como si esos muchos años no hubieran sido caminados. Me abrazaste como reponiendo los treinta y muchos meses que habían pasado desde la última vez que dejamos de caminar, para tomarnos un tiempo y ponernos al día. Casi sentí tu mano aventándome al pelo un montón de florecitas blancas de almendro.
Hoy ya te habías ido, pero te hice regresar. Supusiste que era algo importante.
Del fondo de mi bolsa salió una cajita verde de metal, en forma de gota y con espejos en la tapa. Me mirabas con ojos de gato curioso y apoyado del otro lado de la mesa, marcabas un ritmo con los dedos. Apreté el puño y estiré el brazo. Abriste la palma de tu mano debajo de la mía y entonces dejé caer aquella punta de cuarzo rosa, que en algún momento se convirtió en dos mitades.
Hoy tu te fuiste y yo me fui, pero tu tienes la otra mitad.
7 comentarios:
sniff...sniff..
no puedo comentar nada, mas que me provoco una lagrimita.
=)
que bonito
:/ aaaaaaaaaai Goma, suele suceder... cuando tienes un amigo de toda la vida y de un momento a otro ia es un "viejo amigo" que vez cada mil años... eso es gacho... mas gacho cuando son un monton de "viejos amigos(as)"... jajaja me hiziste recordar cosas... bien dicen, recordar es vivir... sigue recordando :) es casi todo lo que nos queda
:/ aaaaaaaaaai Goma, suele suceder... cuando tienes un amigo de toda la vida y de un momento a otro ia es un "viejo amigo" que vez cada mil años... eso es gacho... mas gacho cuando son un monton de "viejos amigos(as)"... jajaja me hiziste recordar cosas... bien dicen, recordar es vivir... sigue recordando :) es casi todo lo que nos queda
awww muy bonito :)
Ahhh que padre...esas "primeras veces", "primeras amistades" de nuestras épocas pubertas...gracias por escribir tan lindo Goma, solo por eso te quiero mucho :$
abrazos!!!
muy lindo. lindo de veras.
tef
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