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martes, 8 de febrero de 2011

Dos veces cuatro.



Al día siguiente, el arrastre de un impulso relegado irrumpió en el abandono con que Emilia dormía junto a Daniel y trastocó el encanto. Despertó presa de un temor que reconoció viejo: se sabía incapaz de perdonarle otro abandono.

Adivinó sus facciones en la penumbra, mirándolo con la tristeza de quien abandona un reino. No lo besó para no despertarlo, para llevarse el conjuro de quien no se despide para no irse del todo. "El que se va es mi cuerpo, mi cabeza está siempre contigo", escribió con letras grandes sobre el programa de un concierto. Luego lo dejó en el lugar que habían ocupado sus quimeras junto a él, sobre la almohada.

Un rato después, todavía aletargado, Daniel extendió un brazo buscándola. Al no encontrarla cerca, la llamó con la voz modorra que a ella le gustaba oír mientras bebía café y revisaba el periódico junto a la ventana. Como no hubo respuesta abrió los ojos, vio la nota, maldijo, y con su ausencia como un abismo, corrió a buscarla al cuarto de hotel de una Milagros aún medio dormida.

-¿Qué es lo que quiere esta mujer? -le preguntó a su tía bufando como un toro lastimado y perplejo.
-Todo -le contestó Milagros, falta por primera vez de algo que pudiera consolarlo.

Acuérdate de mi una vez al día
las demás, espántame.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El insomnio se apodero de mí y sin saber cómo di con tu blog, puede sonar muy psicópata pero lo leí todo, interesante…

Borrego Corazòn de Pollo dijo...

En una pelicula preguntaban q q erà lo q querìamos las mujeres.. y una de ellas contesto q nisiquiera nosotros lo sabemos..

Quièn màs claro puede tenerlo q una lesbiana?