Ella

Hoy desapareciste, después de dos meses, y aunque trato de recordar cada palabra que salió de mi boca y encontrar la razón, no puedo. No quiero, en todo caso, porque muy en el fondo lo sé.

Es ella.

No podría ser nada más.

Desde la tarde que legaste a mi casa con los ojos hinchados de tanto llorar, supe que las cosas no iban a ser fáciles. Tu lo decidiste, no te obligué a hacer nada, sin embargo la culpa me pesaba tanto como a ti. Al menos eso pensaba, eso quería creer, que era culpa, pero al caer la noche, debajo de las sábanas, algo me decía que la culpa solo era una parte del problema.

No me atreví a dudarlo, es la verdad, traté de convencerme de que todo lo que perdí, lo que hice y lo que dejé atrás había valido la pena. Entonces éramos solo tu y yo, no había nadie más alrededor después del caos que habíamos dejado a nuestro paso.

Quise creer que no importaba cuántas personas me habían dado la espalda, cuántas me miraban con desaprobación, qué tan sola estaba... todo se compensaba contigo a mi lado. Y tu me ayudaste a hacerlo.

El tono de voz que usabas al hablarme, la tensión al tomar mi mano, el gesto que hacías al hablar de mi con tus amigos... todo estaba bien. Pero la forma en la que me mirabas comenzó a desconcertarme. Todo el tiempo parecía que estuvieras esperando algo más de mi, y yo...yo ya no tenía nada más que darte.

Y entonces no pude dejar de pensar en eso, no pude deshacerme de la sensación de estarte perdiendo, cuando apenas había comenzado a tenerte. Y no se en que momento, comencé a compararme con ella. A compararte con ella. A comparar tus gestos, y tu tono de voz, y el gesto que hacías al hablar... y la forma en la que solías mirarla.

Jamás pudiste mirarme así, con ese brillo en los ojos.

Jamás.

Hoy desapareciste, después de dos meses, y aunque trato de recordar cada palabra que salió de mi boca y encontrar la razón, no puedo. No quiero, en todo caso, porque muy en el fondo lo sé.

Es ella.