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sábado, 24 de noviembre de 2012

"El cumpleaños de mi novia"

La primera vez que te dejé fue porque me hiciste sentir que era tu novia, cuando yo tenía bien claro que era la otra.

Inconcebible, ¿no? Usualmente la reacción sería por estar en una situación inversa. En la que el lugar en el que estás descienda en lugar de ascender. ¡Qué falta de respeto hacer sentir a alguien como la otra!

Sin embargo para mi tuvo todo el sentido. Incluso antes de que lograra aterrizar bien las razones que me habían provocado el querer salir corriendo en sentido contrario, sabía que no era una de las pendejadas que hacía por puro berrinche. Aún así, traté de frenar mi impulsividad y buscarle tantito de sentido.

Era mi cumpleaños.

Había quedado con mis amigos en un bar muy cuco, pero hasta la madre de gente. La mesa que reservé, para 25, se convirtió en una de 15 porque, como siempre, llegué tarde. Estábamos apretados, apretados y era interesante encontrarme con los extremos que habían entre las personas sentadas alrededor de mi. Usualmente mis amistades habían sido bastante homogéneas y éste era el primer año que no lo sentía así.

Mi ánimo no era el mejor. Nada en especial, simplemente la suma de las cosas; entre ellas, la relación en plan complicado "NoAndamosPeroNosAmamosPeroSoyLaOtraYAdemásViveLejos" y el hecho de que algunos amigos muy cercanos a mi, o bien no estaban en la ciudad, o bien se habían ido a vivir bien pinche lejos recientemente. Sin menospreciar a los que si estuvieron, pero pues si me dolía la "perdida". Además de la clásica crisis de "¿estoy igual de jodida que el año pasado, o peor?" que me visitaba como era costumbre y me recordaba que éste año si estaba jodida y era mi decisión.

No había externado qué era lo que me tenía chipi, hasta ese día por la tarde, mientras escogía qué chingados iba a ponerme. Estaba hablando por Skype con ella y después de mucho preguntarme, le aventé las razones como era mi costumbre cuando se trataba de Superman: haciendo un berrinche como si fuera una mocosa que se había tirado encima el vaso de leche.

- Y además, tú tampoco vas a estar.

Trató de animarme, por supuesto, de lavarme la cabeza. Yo seguía enojada por la situación y más enojada, por que me afectara tanto. Me conocía demasiado como para seguir intentando hacerme entender razones cuando yo estaba decidida a no querer entenderlas, así que lo dejó por la paz. Y me hizo ruido y me hizo plática y se me terminó olvidando.

Para las diez de la noche, las ausencias ya me comenzaban a pesar de nuevo. Ver "los lugares vacíos" imaginarios a mi alrededor me estaba causando estragos y no dejaba de filtrarse en mi cabeza, aunque no quisiera, el jodido pensamiento de que aparecería Superman frente a todos mis amigos, con la chamarra de cuero, una docena de rosas (las cuales odio, pero ¿qué es una cursilada sin las rosas?) y miles de besos que darme. Irreal y pendejo, pero quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

En lugar de ella, entró Silvia.

Alta, alta, alta, morena y de ojos verdes. Vestidito y tacones, por supuesto. Yo no la noté hasta que se le fueron los ojos a un amigo sentado frente a mi y puso cara de albañil piropero. Cuando me di la vuelta, nomás atiné a quedarme callada. Tardé segundos/siglos en emitir sonido y ella me veía entre nerviosa y expectante. ¿Se supone que yo tenía que decir algo?

- Hola.
- Hola.

Ella estaba más incómoda que yo y el que estuviera agarrando una caja con un moño y una rosa, me confirmó que no había sido coincidencia que nos encontráramos. Se rió de mi cara, supongo, cuando me fue cayendo el veinte de lo que estaba haciendo ahí. Qué cara de imbécil debí haber puesto.

- Feliz cumpleaños, Superman te manda ésto, es tu regalo.

Sin una pizca de gracia, me dejó caer encima la caja y la rosa. Vi de reojo como toda la mesa me miraba. Sentí las orejas calientes y las manos sudadas. Empecé a balbucear un "gracias" muerta de vergüenza y antes de que terminara de decirlo, Silvia se despidió de mi y se fue. Era consciente de que la sonrisa burlona que llevaba en la cara estaba relacionada directamente con mi cara de imbécil, misma que toda la mesa estaba viendo cuando me giré de nuevo hacia ellos.

Le quise restar importancia. Me puse las cosas en las piernas, tratando a toda costa de ocultar la rosa. ¡Una rosa, chingada madre! A pesar de que al menos la mitad de la mesa no sabía que hacía casi un año tenía algo parecido a una relación, nadie preguntó nada. No era muy fácil explicarle al mundo la naturaleza "NoAndamosPeroNosAmamosPeroSoyLaOtraYAdemásViveLejos" de lo que yo tenía con Superman.

Calladita y sin dar explicaciones, abrí la caja.

Me encontré con un montoncito de Post-its pegados a la tapa y los empecé a leer en voz baja, hasta que terminé con lagrimones escurriéndome por toda la cara.

Había un Post-it por cada amigo que no estaba conmigo, lleno de letritas deseándome feliz cumpleaños y diciéndome cosas bonitas, todos queriendo haber podido estar. Uno por cada uno. Y al final, uno de Superman, que hizo que me tapara la boca como adolescente apenada.

Metí de nuevo todo a la caja, me sequé las lágrimas con una sonrisota atravesándome la cara y le di un trago largo al cocktail coquetón que había frente a mi. Tan cursi como suena, el corazón se me estaba saliendo del pecho. Eso y las preguntas no hechas por quienes miraban curiosos la caja entre mis manos, me estaban matando.

No habían pasado ni veinte minutos, cuando mi nombre apareció en todas las pantallas del bar.

"Feliz Cumpleaños, Goma Rosa. Te amo"

Sus iniciales al final del mensaje fueron lo único discreto y sutil. Si antes había tratado de restarle importancia, con ésto, se me hacía imposible. La mesa completa leía el mensaje en las pantallas y me miraba sonriente. Grititos de emoción de mis amigas romanticonas, sonrisas burlonas, pendejadas...

Nunca me pongo roja, fisiológicamente me es imposible. Pero hubiera jurado que tenía la cara que me iba a explotar. Tuve que agarrar una servilleta para secarme las manos y sentía que estaba soltando vapor. No podía ocultar la sonrisa gigante en mi cara y al mismo tiempo, no podía sonreír tranquila. ¿Por qué sentía como si se me estuviera olvidando algo?

Se me metió dentro la urgencia de colgarme del cuello de alguien y entonces sentí aparecer claramente la idea fija de que, si me quedaba duda de que los Post-its y la rosa no tenían intención más que hacerme sonreír, la exposición de mi nombre en las pantallas era un mensaje enviado no a mi, si no a todos quienes estaban sentados conmigo.

"Mía"

Eso era lo único que pude leer en las pantallas hasta que la imagen cambió. Y me gustaba leer "mía", pero al mismo tiempo la sensación de que algo se me estuviera olvidando me estaba volviendo pinche loca. Ni quería ni podía ponerme a reflexionar qué era lo que me molestaba frente a todos mis amigos. Malos presentimientos. Lo dejé pasar, por mi bien.

Salí del bar y caminé hasta que el ruido me dejó escuchar.

Y le marqué.

Me contestó diciendo mi nombre y mi apellido. Hasta la fecha, es la única persona que puede decirme mi nombre y mi apellido sin que sienta que me están pasando lista. Me preguntó cómo iba mi cumpleaños y le conté lo que ella ya sabía como si no lo supiera, con voz de Mimmie Mouse. Cuando paré de hablar, lo único que escuché entre sus palabras, fue ese tonito de suficiencia, de novia orgullosa. En mi cabeza me veía claramente parándome de puntitas para ver la sonrisota que sabía que tenía, más de cerca.

- Avísame llegando a la casa, te voy a estar esperando.

Siempre lo decía como si al llegar a mi casa, ella fuera estar ahí. Siempre me mandaba mensajes en plan "¿Sigues despierta? Ya voy para la casa" y siempre se me apretaba el estómago pensando en las mil posibilidades de que eso en verdad sucediera un día, aunque no fuera esa noche.

Al llegar a mi casa, seguía despierta. Hizo que le contara todo de nuevo frente a la cámara y la sonrisa que me imaginé que tenía al teléfono, la tenía multiplicada por mil frente a mi. Como novia orgullosa, no se me ocurre otra comparación. Me explicó cómo había logrado en horas poder localizar a mis amigos y cómo había conseguido poner mi nombre en las pantallas. El tonito de suficiencia volvió a aparecer.

Cuando no quedaron más que bostezos, nos despedimos.

Y sólo entonces, me permití obligarme a recordar lo que sentía que se me estaba olvidando. Lo que me molestaba, lo que me angustiaba. ¿Qué carajos era? ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?

Que yo no era su novia. Y no sólo que no lo era, si no que tampoco iba a serlo.

Que siempre había guardado respeto por los límites, que si bien era consciente de que yo era de ella, completamente, sólo lo sabíamos ella y yo. Que no tenía planes de estar conmigo, chingada madre, que ni siquiera todo el circo de "mi novia cumple años" que había presenciado horas atrás me había hecho dudar de la imposibilidad de tener otro tipo de relación. Que la que siempre me avisaba en dónde estaba era ella. Que ella me daba explicaciones no pedidas y lugares no merecidos, pero que seguía sin significar que las cosas fueran a cambiar. Que yo siempre había mantenido la boca cerrada, porque me daba vergüenza decir que era la otra. Que había preferido no dar detalles de mi estado civil a nadie para no crearme expectativas y que ahora venía ella a anunciarle a todo el mundo que yo tenía dueña.

Y me sentí como la amante en turno, a la que le compran cosas para mantenerla contenta. A pesar de que en ese momento Superman no tenía novia, sabía que lo que había hecho no significaba que yo fuera a serlo. Y sentí que me estaba engañando, entonces. Y eso me hizo sentir peor.

"No está con nadie, no quiere estar conmigo... pero le dejó claro al mundo que NADIE puede estar conmigo"

Me sentí casa chica, me sentí promesa de divorcio, me sentí putona y todos los demás clichés que había aceptado sin chistar durante todo el tiempo en el que ella, de hecho, tenía una relación y yo si era la otra.

No había nada que la detuviera. Ahí estaba yo, loca por ella, con mi rosa y mis promesas de amor. Con su sonrisa torcida de suficiencia. Con todos mis amigos enterados de que estaba completamente enamorada de alguien. Y ahí estaba ella, gritándole al mundo que me amaba, sin una sola razón para no estar conmigo, pero seguía sin estarlo.

Entonces, sólo entonces, después de un año de mierda hasta el cuello y mil razones para haberte mandado al carajo antes, supe que estaba lista para irme. Y empecé a empacar mi amor en maletas, sin que te dieras cuenta.

Cuando veinte días después tu jurabas que mi partida era un berrinche infundamentado y te vi llorar desconsoladamente, odiándome por irme y odiándome más por no estar llorando como tu, yo ya te llevaba los mismos veinte días de ventaja.

Ya había dicho en voz bajita miles de veces las palabras que te iba a decir para desarmarte, para que no tuvieras argumentos coherentes, para acostumbrarme a ellas, para que no se me escurriera una sola lágrima a pesar de que las tuyas fueran así, como me imaginé que iban a ser.

Así fueron las cosas, perdón por no contártelo nunca y perdón por contártelo así, pero ésto no lo escribí para ti, si no para mi.

6 comentarios:

Dany dijo...

Me encantó, he estado en tu lugar.
Saludos Gomita.

Selma Zeliin dijo...

Goma (Clap..Clap..Clap)

Me pongo de pie y
mi sonrisa le gana a la gravedad.

Gracias.
Gracias por escribir asi y
por contornos todas tus historias y
alegrarme el fin de semana y toda la semana proxima tambien, espero.

En cada una de tus historias haces que me identifique y eso, tu debes de saberlo, no es facil.

Muy buen post, lo mejor que eh leido por lo menos en medio año.
Sigue escribiendo asi.

Gracias

Otra personA dijo...

Mi héroe!!
Te admiro tremendamente.

LC dijo...

Casi me hizo llorar, me hizo sonreir amargamente por que en cierta forma también me he sentido en ese lugar... En el que ella no estará conmigo pero le hacía saber a todos los demás que nadie podía estar conmigo.
Me encantó... Felicidades por escribir de esta manera.

ceci dijo...

Mientras que leia tu post no pude contener el hecho de que tengo una historia tan similar que me perdi unas cuanta veces en mis recuerdos de aquel momento en el que me senti tan amargamente triste por saber que eres la otra y que no existiran razones para ser algo mas. Me quito el sombrero, me encanto

Mimi R. Zainer dijo...

"Y empecé a empacar mi amor en maletas, sin que te dieras cuenta."
Y lo peor es que una se va y la otra persona ni cuenta se da, una ya está bien instalada en otra vida y vienen a cagarla, literal.
Me encantó y empiezo a leer las cartas :)