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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Que nadie te arruine la fiesta.

-¿Cuál es tu última clase?
-Sociología, ¿por qué?
-Terminando te espero para que hablemos.
-¿Pasa algo?
-No.

Estuve pegándome en las piernas con el lápiz hasta que escuché sonar el timbre. Mis apuntes hechos en automático, con letra horrenda y yo, sin poner atención. ¿Para qué quería hablar conmigo? Seguro mi mamá había hablado con el. Cabrón, ¿qué le habrá dicho? Esa era el arma de doble filo de ser amiga de un maestro que, además, se llevaba con mi mamá. En plan "es mamá de mi alumna", pues, no eran brothers ni nada... pero aun así, me traía los pelos de punta el "tenemos que hablar" tan serio que me había lanzado antes de que terminara el receso.

Lo conocí en mi primer día de clases, al entrar a preparatoria. Era el maestro encargado de mi salón y por alguna razón se le quedó mi nombre, o mi cara, o mi voz de pito. ¿Quién sabe? Pero me traía entre ceja y ceja, andaba pendiente de si estaba cagando alguna materia o si faltaba a clases como el carajo, lo cual era siempre. Y ya, por afuera de clases, también estuvo pendiente de mi, de las putizas que me pegaba mi mamá por no meterle ganas a la escuela y de lo que fuera que una pendeja quinceañera llegara a necesitar de un adulto en una ciudad donde no tenía familia.

Salí y me estaba esperando sentado en una banca, frente al patio. Me senté al lado de él con cara de regañada, abrazando mi mochila y se burló de mi. Mientras todos los del salían, hicimos como que esperábamos a alguien y entendí el mensaje: discreción.

De pronto, no hubo más ruido dentro y casi no había gente en los pasillos...

-Entonces... ¿qué es lo que pasa?
-¿Qué?
-¿Qué pasa? Algo tienes y a tu mamá no le dices nada. Está que se para de pestañas.
-No entiendo.
-Sí entiendes.
-Está bien, si entiendo.
-¿Entonces?
-Entonces no te puedo decir.
-No tienes que decírmelo, si no quieres, pero tampoco tienes que vivir sola lo que sea que te esté pasando.

Se le nota en la cara lo preocupado. Sepa Dios qué habrá hablado con mi mamá, pero mi mamá debe de estar el doble de preocupada para haber dejado así a mi maestro. Seguro piensa que soy una ebria perdida, o drogadicta, o que ando metida en quién sabe qué carajos.

-No me está "pasando" nada. Soy yo misma la que me estoy pasando y, la verdad, no sé cómo decírtelo.

Me sale más "ladrado" de lo que esperaba.. pero es que ¿por qué siempre a pensar lo peor de mi, chingados? El me sonríe, como intentando calmarme.

-Dispara.
-No.
-Me huele a que ésto no sólo se trata de ti...
-¿Qué?
-Que hay alguien más, ¿o me equivoco?
-No, no te equivocas. Hay alguien, o hubo alguien, no lo sé, es complicado.
-¿Es hombre o mujer?
-¿QUÉ?

Mi catoliquísimo maestro me acaba de preguntar, indirectamente, si está pasando "algo" con "alguien" y dejó abierta la posibilidad de que ése "alguien" sea mujer. Pendejamente, la mocha asustada soy yo y empiezo a preguntarme si eso se lo pregunta a todos o si "se me nota" tanto. Me miro las uñas, por reflejo, pintadas de morado metálico, larguísimas, y me acomodo el listón de la coleta. Si, sigo siendo "niña bien".

Lo veo a él, nerviosamente, sin decir nada. Está más calmado que cuando empezamos a hablar, como si le hubiera "caído el veinte" de algo que no logré comprender hasta muchos años después.

Sabiamente, él se queda callado y desvía la mirada hacia el patio. Me da tiempo para contar hasta mil.

-Es mujer. Se llama Nube.

Se me rompe la voz y me quedo callada. El sigue sin verme, pero me hace un gesto con la mano de seguir hablando.

-Pues ¿qué quieres que te diga?
-¿Qué es lo que pasa?
-Pasan muchas cosas, no lo sé, es la primera vez que, o sea... no sé, chingados, ésto es muy raro: yo diciéndote a ti que estoy enamorada de una niña.

Me voltea a ver y me levanta una ceja por el "chingados".

-¿Estás enamorada de ella?
-Si.
-¿Y...?

Sin plan, ni guión, siento cómo se me cierra la garganta y se me empiezan a escurrir las lágrimas. Me cubro la cara con las manos y empiezo a ahogarme en llanto. Me pone una mano en el hombro y me vuelve a preguntar:

-¿Y...?
-Y es una mierda, y me dejó, y no me quiere, y estoy sola, chingada madre.

No levanté la cara no sé en cuanto tiempo. Lloré como desquiciada ahí mismo, en una banca frente a toda la escuela, después de confesarle a mi maestro que definitivamente, no era heterosexual, después de pretender, sin mucho éxito, que "no pasaba nada" frente a mis compañeritos, frente a mis amigos y frente al mundo.

Cuando pude respirar sin tanta complicación y me sequé las lágrimas, en un acto de yo no sé qué impulso adolescente, levanté la cara altivamente en plan "pero tu no me jodes, después de lo que te dije", con algo de miedo de que éste señor le fuera a decir algo a mi madre, o a los maestros o me fueran a mandar al psicólogo de la escuela. Al fin y al cabo era catoliquísimo y formalísimo y todos los "ísimos" que, según yo, excluían la posibilidad de que fuera a aplaudirme lo que acababa de decir.

Como leyéndome la mente, me soltó el hombro y se hizo para atrás.

-Entonces así está la cosa... Entiendo y comprendo que te sientas así, pero siempre pudiste decírmelo  no tenías por qué sentirte sola, además de todo.
-Decírtelo no fue una opción, maestro, creo que tanto tu iglesia como tu escuela no son de las que aplauden lo que acabo de decirte.
-Tienes razón, no lo hacen, pero eso no tiene nada que ver. Para mi ésto es nuevo, también, cuando tenía tu edad eran cosas de las que no se hablaban... no es algo que logre comprender del todo, tienes razón, en mi cabeza, situaciones como éstas no tienen mucho sentido. Pero al fin y al cabo eres una mujer de quince años con el corazón roto y eso es algo que sólo tiene una solución.
-¿Cuál?
-Quiérete. Vívete. Que nadie te arruine la fiesta, señorita, porque la fiesta es tuya. Y si te la pasas llorando por los rincones por alguien que por X o Y decidió no estar contigo, la que se perdió de la fiesta fuiste tu, no ella.

Me llené los pulmones de aire y antes de que pudiera decir nada, me ofreció un ride a mi casa. No dijimos nada al respecto en el camino. Antes de bajarme le di un abrazo.

La fiesta es mía, chingada madre. Y al que no le guste, que se largue.

6 comentarios:

Pamela dijo...

WOW! maravilloso post. Me gustó mucho.

"Quierete, Vivete. Que nadie te arruine la fiesta"(Gran frase)

Saludos

Anónimo dijo...

De todo lo que le he leído, este me dejo con la lágrima a medio camino y digo a medio camino porque había gente a mi alrededor que sería incapaz de entender…

Anónimo dijo...

Que buen post!! y como dice la señorita de arriba, que super buena frase! saludos

bull dijo...

y la fiesta tiene pastel al final ñ_ñ ... y si te formas, quizás te toque un bolo.

Anónimo dijo...

No sabes lo bien que me ha caido tu post, es tiempo de quererme y de vivirme chingada madre.

Ruth Val dijo...

Me gusto mucho el post ! Quiza no lo lei recientemente lo publicaste pero que gran tema, muchas veces nos olvidamos que es nuestra vida y nosotros le damos paso a los que queremos nos acompañen en la misma... VIDA = FIESTA... Es nuestra decisión.

Gran reflexión. Saluditos