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lunes, 20 de septiembre de 2010

Punto y Coma


Sebastian no puede escribir. Arruga una hoja tras otra, como si quisiera llegar a la luna en una montaña de papeles. Las teclas de la máquina de escribir suenan sin parar y al final una hoja más se retuerce entre sus manos justo antes de terminar en una esquina, del otro lado del cuarto.


Hunde sus dedos en el cabello y lo tira hacia atrás, mientras aspira con fuerza el olor a frío y a café, notablemente hastiado. Toma un cigarro de la cajetilla sobre el buró y lo prende, toma también un trago de café y no puede hacer más que mirar al techo mientras saborea el tabaco en su lengua. Apaga el cigarro a la mitad en un cenicero lleno de colillas y de ceniza.

¿Cuántas madrugadas van a pasar antes de poder escribir algo decente?

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