También me gusta leer lo que piensan de lo que pienso. Comentarios, por favor!

viernes, 25 de junio de 2010

Tía Soledad


El olor a tierra mojada me llegó en cuanto abrí la puerta hacia el pasillo. Me olió, además, a pasto, a humedad, a sol detrás de las nubes... caminé lentamente hacia mi carro con las gotas de lluvia rebotándome en la piel.



Mientras sentía como el agua iba invadiendo territorio en mi ropa seca, me fui perdiendo en mis propios pensamientos. Cuando, por fin, salté dentro de mi carro, no me encontraba ahí, en realidad.



La cocina de mi tía Soledad era enorme, conforme fui creciendo se fue convirtiendo en una cocina promedio... pero al principio enorme. Toda la meseta y las paredes estaban cubiertas de baldosas amarillas en las que se reflejaba la luz en los días de sol. Tenía dos ventanas enormes que daban al patio y una mesa pequeña de herrería con el cristal rayado por el uso.



A veces, cuando llueve, me acuerdo de los muchos días de mi infancia que pasé en esa cocina. Mis padres trabajaban todo el día y antes de que me pudiera quedar sola en casa, e incluso otros muchos días después, pasé las mañanas y las tardes metida entre esas baldosas amarillas.



Mi tía siempre cocinaba durante la mañana, para que a la hora que llegara mi tío del trabajo, la comida estuviera lista.



El olor a tierra mojada evoca una imagen recurrente:



Mi tía apoyada en la loseta, frente a una de las ventanas, cortando ágilmente loa ingredientes de la comida. Sus manos no paraban de moverse sobre una enorme tabla de madera. En la estufa, algo hirviendo en una olla de peltre y las gotas de lluvia resbalándose por la ventana.


Con el cielo nublado, no había sol que se reflejara en las baldosas. La cocina se mantenía en una ligera penumbra, salvo por la loseta frente a la ventana, donde entraba un poco de luz.


El olor a "comida de casa" inundaba toda la cocina. A perejil, a ajo, a tomate, a cebolla. A arroz en rojo, a puchero, a sopa de fideos con pollo. Me encantaba el olor de las papas al hervirse, o el aroma dulzón de la mantequilla derritiéndose al fuego.


Si cierro los ojos, puedo escuchar los cucharones de peltre moviéndose dentro de las ollas, el agua saliendo del grifo, el cuchillo chocando contra la tabla de madera... toc, toc, toc, sin bajar el ritmo nunca.


Todo eso mezclado con la lluvia, con el sonido de las gotas estrellándose en el vidrio de las ventanas y el olor a tierra mojada, que tanto me gusta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bonito Gomita :)