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miércoles, 11 de marzo de 2015

Esperando Despierta


Hay algo que se mueve entre nosotros, un deseo desesperado por atrapar momentos. Tenemos la posibilidad de sacar miles de fotografías, podemos grabar vidas enteras, podemos repetir una canción hasta romperla. Tenemos frascos de perfume que nos llevan a recordar algunas cosas. Leemos y nos acordamos de muchas otras. Existimos rodeados de vínculos entre el presente y el pasado, la trascendencia, la urgencia por tomar un recuerdo desfragmentado y volver a vivirlo.

En eso he estado pensando desde que te encontré acostada sobre mi cama esta tarde. Elevaste tus ojos hacia mi y brillaron otra vez. Los labios se te separaron de forma adorable en una línea curva, vibrante, brillante, como tus ojos. Te pregunté el por qué de la sonrisa y me derretí al escuchar "porque llegaste".

Se llega a tantos lugares y no nos damos cuenta, se llega a los semáforos, a las oficinas, a los restaurantes, a las tiendas. He llegado a tantos lugares, tantas veces a lo largo de mi vida, para encontrarme cualquier cosa, menos tu sonrisa. Y la forma en la que subía a tus ojos y que te recorría el cuerpo y que te movía el pelo como el viento, sin que lo hubiera.

El saltito que diste al incorporarte, tus largos brazos a mi alrededor, las palmas de tu mano quemándome a través de la ropa, el olor de tu cuello combinado con el del tabaco y toda la luz que se te resbalaba por la piel, iluminándome desde dentro. No cabe esa luz en una fotografía de tu hermoso color azul, ni cabe en trescientas horas de video de tus ojos mirándome, ni en mil minutos de tu voz diciendo mi nombre.

No queda otra que confiar en el recuerdo, en la capacidad celular de repetir una y otra vez con el estímulo falso de mi memoria la presión de tu piel, la textura de tu piel, el olor de tu piel. Y tu sonrisa, chingada madre, que me había quedado esperando despierta durante tantas vidas.