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miércoles, 4 de septiembre de 2013
Indecente.
Mi papá es un hombre que, a sus 50 años, tiene una mentalidad lo suficientemente abierta para tener una conversación decente acerca de sexualidad. A comparación de lo negada que está mi mamá para hablar del tema, por ejemplo.
Por costumbre, trato de mantener el plan "hipotético", a pesar de tener 24 años y haber dejado bastante clara mi postura en cuanto a la virginidad y la religión en relación a la sexualidad. No termino de pensar que es mi papá y que le debo aunque sea un poquito de respeto a lo que él hubiera esperado de mi.
No es que sea mocho, pero nació hace 50 años y fue criado diferente. Lo tengo claro. Las razones que me impiden tener el valor de dejar atrás las situaciones hipotéticas como referencia en nuestras conversaciones son dos:
1. El no sabe que no soy heterosexual.
2. Una conversación que tuvimos hace muchos, muchos años.
Tenía como 17 y hacía como un año que había tenido sexo por primera vez. Mi mamá iba dormida y mi papá iba manejando, nos quedaban varias horas de camino y apareció el tema de una amiga que se había embarazado. Una cosa llevó a la otra y, de repente, estábamos hablando acerca de la diferencia que existe entre lo que se espera de una mujer y de un hombre sexualmente hablando en la sociedad.
Le decía que era injusto que a los hombres se les incitara y presionara desde la pubertad a iniciar su vida sexual y que de las mujeres, lo único que se esperara, es que cerraran las piernas durante 10 años aproximadamente. Que se debería ser libre de decidir si quieres iniciar tu vida sexual a los 15 o a los 25, sin importar tu género.
El me dio la razón en algunas cosas, pero me dijo que a pesar de que habían pasado más de 20 años desde que el había tenido mi edad, las situaciones eran las mismas, las personas eran las mismas. Y que, al final del cuento, sin importar qué tan cogedores habían sido los hombres, no buscaban a las chavitas con las que se la habían "pasado bien" para casarse.
Los hombres siempre, siempre, siempre se querían casar con la virgen, con la decente, con la que no tenía "mala reputación" y con la niña de familia.
Yo nomás no supe qué decir.
En mi cabeza daban vueltas bastantes argumentos en los que "bueno, pero si de todos modos, yo no me voy a casar con un hombre" era el que sonaba más fuerte. Y luego me puse a pensar en que cabía la posibilidad de que me llegara a gustar un hombre, tanto como para tener una relación. Y si nos enamorábamos y nos queríamos casar... pues una cosa es decir "he cogido antes" y otra, muy diferente, es aventarte el "he cogido antes con mujeres".
Lo veía como una posibilidad remota, pero no paraba de darle vueltas en mi cabeza. En ese momento no tenía una pareja, pero definitivamente no me veía cerrando las piernas de nuevo ni siquiera por un año, mucho menos hasta casarme. Y no cerrar las piernas, equivalía a que, si llegaba a enamorarme de un hombre o una mujer que tuviera una idea parecida a la de mi papá... ¿qué iba a hacer?
¿Mentir? ¿Era mentira o era omisión? No podía con la idea de cagar un buen futuro por que mi reputación asustara a la persona de la que yo me hubiera enamorado. Con la cual me quisiera casar.
Algunos años y camas recorridas después, mi hermana me preguntó con cuántas personas había estado. Mientras contaba (con una mano) recordé esa conversación con mi papá. Y entonces lo tuve claro y sentí cómo un peso que no sabía que tenía encima desde ese momento, desapareció.
La situación hipotética en la que mi futuro matrimonio se viera destrozado por la lista de personas con las que me he acostado es completamente irreal. Imposible. Simplemente no me veo en una relación con una persona que se sienta con la autoridad moral de juzgarme por lo que hice, hago o dejo de hacer con respecto a mi vida sexual, mucho menos casándome con ella. No creo que en algún momento yo pudiera llegar a estar interesada en alguien con ese perfil.
"Papi, pues si el hombre del cual me enamore tiene el descaro de recriminarme con quiénes o con cuántos lo hice antes de hacerlo con él, no es él quien me va a dejar. La que agarre sus chivas y lo mande a la chingada, seré yo. Absolutamente nadie tiene derecho a pedirme cuentas acerca de mi vida sexual"
La respuesta está en mi cabeza y, si algún día vuelvo a tener esa conversación con mi papá, definitivamente sé qué contestaría.
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