Sus cejas son delgaditas y su nariz, pellizcable. No le digan que les dije, pero tiene la sonrisa más bonita del mundo. Sol asegura que esa declaración es sumamente subjetiva, pero yo opino todo lo contrario.. además, cuando se ríe, se le hace un huequito del lado derecho que se ve adorable.
Apareció de la nada, como aparecen la cosas buenas: sin avisar.
Rompí el hábito de ser un ente inalcanzable que tan arraigado tengo y me fue inevitable el llamar su atención por el puro gusto de hacerlo, rogando que en un momento de suerte, me encontrara interesante. Y luego no pude si no dar la cara y dejar el miedo a la identidad descubierta para otro día. Me gustaba. Me gustaba mucho.
Las horas hablando se acumularon una sobre otra, llenas de preguntas y respuestas. Las ansias de saberlo todo, de conocer detalles, de romper el encanto. De que, por favor, dijera algo que me hiciera correr en dirección contraria.. que me hiciera tener miedo. Tanto respirar tranquila me estaba haciendo daño. Porque la distancia se me olvidaba por ratos, pero no me dejaba en paz.
Una noche, Sol me dijo como si me dijera la hora, que la oportunidad de cambiar de coordenadas se le había puesto enfrente y se había decidido por las mías. Que llegaba en unos meses para quedarse y a mi me temblaron las manos.
Y se quedó esa noche, y la siguiente, y todas las demás, sin falta. Y una de esas noches, decidí que quería estar con ella y con nadie más. Me dejé caer sin red, pero caímos juntas. El miedo a la fatalidad, a la distancia y a lo desconocido.. y al chingo de cosas a las que se le tienen que temer no fue para tanto, con un estornudo salió volando.
En algún momento que no logro definir, me volví un ser dulce cual ate de membrillo..
No hubo mucho qué hacer al respecto. El corazón se me hizo enorme y tras algunos trámites, su número se volvió gratuito, mis ratos libres una llamada y su voz me cantaba para dormir.
Así de cursi.
P.D. Usted perdone la ausencia de foto, pero no encontré una digna para semejante noticia.