Entro a un café equis, que ni siquiera huele rico. Pido lo primero que se me ocurre, sin pensármelo mucho y cierro los ojos, añorando mis tardes en El Hoyo, o en Starbucks, o tomando café con leche en mi casa, sentada frente a la ventana.
Saco el libro que estoy leyendo por centésima vez de mi bolsa, con la pasta bastante descuidada y con el lomo lleno de rayitas por permanecer abierto tantas veces. Lo tengo desde que tenía trece años, fueron esas mismas páginas las que hicieron que mi habilidad de volar bien alto y soñar despierta se desatara irremediablemente.
Presiono un dedo a cualquier altura entre las páginas y lo abro, comienzo con un párrafo al azar, de todos modos no me toma más de cinco segundos ubicarme en la historia. Para cuando mi café llega estoy bastante lejos de ahí y solo asiento casi imperceptiblemente mientras murmuro un "gracias", sin descontinuar la línea en la que estaba.
Alguien se aclara la garganta en la mesita de al lado, y no se por que, miro de reojo. Sentado a pocos metros de mi hay un hombre con algunos años más que yo, sin embargo, una expresión bastante más infantil, de ojos grandes y cabello lacio, despeinado sobre su cabeza. Puedo notar una concentración ligeramente sobreactuada hacia el libro entre sus manos. No tiene facha de ser de aquí, definitivamente, pero tampoco de ser gringo, o europeo.
Se incorpora y levanta la vista, al mismo tiempo yo vuelvo la vista al libro y continuo con el siguiente párrafo. Escucho cuando pide otro expresso, tiene acento sudamericano.. ¿colombiano? no logro distinguir. La curiosidad me hace levantar la vista de nuevo antes de terminar la página, dejo el libro sobre la mesa y me distraigo con algo en mi bolsa, para no parecer idiota. Miro de reojo de nuevo y el abre los ojos en mi dirección, me sonrie y levanta ligeramente el libro, como si levantara una copa, brindando.
Entonces distingo el título. Es el mismo que yo estoy leyendo, sin embargo, con una portada bastante diferente. Me sale una sonrisa chueca y me siento incómoda, tanto por su gesto como por el mío. Tomo dos sorbos de café que me pasan quemando la garganta y me concentro en el libro de nuevo. No, no es cierto, no me concentro.
Maldita curiosidad. Levanto la vista una vez más, avergonzada de mi misma y de mi estupidez, y el tipo de los ojos grandes me sonríe una vez más antes de acercarse el expresso a la boca. Los músculos del cuello se me tensan y me trueno los dedos desviando la mirada. No puedo dejar de verlo, mierda, no puedo, al cabo de segundos volteo de nuevo.
En ese momento repite el gesto de alzar el libro y luego lo deja lentamente sobre la mesa, sonriendome todo el rato. Hace la silla un poco hacia atrás y apoya las manos en la mesa con gesto de levantarse.
Mi espalda se retuerce con un escalofrío. Inmediatamente tiro el libro violentamente dentro de la bolsa y me levanto, mientras doy la vuelta a la mesa, saco un billete de la bolsa de mi pantalón y lo aviento en la mesa, justo antes de atravezar el café sin voltear.
Me alejo a pasos largos y cruzo la calle, todavía con el corazón haciéndome demasiado ruido. ¿Que carajos fue eso? ¿Desde cuándo el que un tipo me sonria me hace huir despavoridamente?
La idea de haber huido me hace soltar un gruñido de molestia, algunas cuadras después. Es una estupidez. Me consideraba mucho más valiente, mucho menos "damisela en apuros".
Y ya.
Buenas las tengan.